Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>de</strong>sinteresada. Era la primera vez que yo contribuía, sin esperar nada a cambio, al<br />
bienestar <strong>de</strong> alguien. Una tarea difícil para un intelectual egocéntrico como yo.<br />
Ingresarlo en el hospital fue una lucha. Tuvimos que convencer al personal <strong>de</strong> que<br />
nuestro amigo corría peligro <strong>de</strong> muerte. No bastaba el escándalo que hacía. Los<br />
hospitales generales no están preparados para afrontar los acci<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> la mente<br />
humana. Pue<strong>de</strong>n lidiar con los problemas <strong>de</strong>l cuerpo, pero <strong>de</strong>sconocen, o niegan, el<br />
mundo intangible <strong>de</strong> la mente. Cuando conseguimos que lo ingresaran, Bartolomé<br />
estaba menos agitado. Le dieron un calmante y lo llevaron sedado a su habitación.<br />
Fuimos a visitarlo por la tar<strong>de</strong>. Estaba mucho mejor. Ya no tenía alucinaciones y le<br />
dieron el alta. Nos pidió que le contásemos todo lo que había pasado y cómo nos<br />
habíamos conocido. La memoria le fallaba. <strong>El</strong> maestro me encomendó la tarea a mí.<br />
Traté <strong>de</strong> explicar lo inexplicable. Cuando empecé a hablar, el <strong>ven<strong>de</strong>dor</strong> <strong>de</strong> sueños<br />
abandonó la habitación. No le gustaban los elogios.<br />
Le conté todo sobre él. Cómo lo había conocido, cómo me había ayudado, cómo<br />
me había invitado, cómo nos habíamos encontrado con Bartolomé <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l<br />
edificio, la danza, la pregunta por el gran sueño, cómo había llamado al maestro, el<br />
puente, el terror nocturno, en fin, todo. Bartolomé prestaba muchísima atención y<br />
asentía con la cabeza, balbuceando <strong>de</strong> vez en cuando un «hum». Todo parecía tan<br />
irreal que me sentía como un tonto explicando lo que ni yo mismo entendía.<br />
Bartolomé tenía el mismo buen humor que el maestro. Para hacerme sentir menos<br />
tenso, me dijo:<br />
—¡No sabes cómo se llama ni quién es! Amigo, necesitaría tomar unas cervecitas<br />
para enten<strong>de</strong>r esta confusión. —Pero cuando se dio cuenta <strong>de</strong> que ello suponía<br />
abandonar el camino, agregó—: Yo siempre quise seguir a alguien que estuviera más<br />
chiflado que yo.<br />
Y así es como empecé a caminar con aquellos dos locos. La experiencia<br />
sociológica ganaba cuerpo. Solamente esperaba no encontrarme con ningún conocido<br />
en la calle. Ojalá los profesores y los alumnos creyeran que me había muerto o me<br />
había ido <strong>de</strong>l país. Bartolomé silbaba <strong>de</strong>spreocupadamente. <strong>El</strong> maestro caminaba a<br />
nuestro lado sin po<strong>de</strong>r contener su alegría. De repente, empezó a cantar una bella y<br />
persuasiva canción que él mismo había compuesto y cuya letra expresaba su postura<br />
en la vida. Esa canción se convirtió poco a poco en la banda sonora <strong>de</strong> nuestra<br />
historia.<br />
Soy sólo un caminante