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El vendedor de sueños -- Augusto Cury

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—Error —dijo, y permaneció en silencio. Al haber estudiado los textos<br />

consi<strong>de</strong>rados sagrados, me parecía que Edson tenía razón. Esperaba los argumentos<br />

<strong>de</strong>l maestro, dudando que esta vez pudiera convencernos—. <strong>El</strong>las siempre estuvieron<br />

en el centro <strong>de</strong> su proyecto. En primer lugar, según las Escrituras, Dios no eligió a una<br />

casta <strong>de</strong> fariseos, sacerdotes o filósofos griegos para educar al niño Jesús, sino a una<br />

mujer, una adolescente aún no contaminada con el sistema masculino vigente en la<br />

época.<br />

Sus palabras fueron como una verda<strong>de</strong>ra bomba.<br />

—En segundo lugar, la primera persona en anunciar su llegada a Palestina fue una<br />

mujer: la samaritana. <strong>El</strong>la había llevado una vida promiscua, había tenido muchos<br />

hombres, pero sus palabras saciaron su sed interior. Con <strong>de</strong>terminación, reunió a su<br />

pueblo y les habló <strong>de</strong>l hombre que la había conmovido. —Después <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir estas<br />

palabras, el maestro se <strong>de</strong>tuvo un momento y continuó con algo que nos <strong>de</strong>jó sin<br />

aliento—: Una prostituta fue más noble que los lí<strong>de</strong>res religiosos <strong>de</strong> su tiempo.<br />

Bartolomé soltó una frase que quebró el tenso clima que pesaba sobre nosotros.<br />

No sé <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> sacaba i<strong>de</strong>as tan imaginativas.<br />

—Jefe, siempre me ha parecido que las mujeres son más inteligentes que los<br />

hombres, su único problema es que inventaron la tarjeta <strong>de</strong> crédito. —Y soltó una<br />

risotada. Con ironía, insinuaba que él había gastado mucho dinero en sus mujeres.<br />

Pero la verdad era que éstas siempre lo habían mantenido.<br />

<strong>El</strong> maestro, <strong>de</strong>scontento con nuestra masculinidad prejuiciosa, volvió a atacar. E<br />

insistió con nuestro teólogo <strong>de</strong> turno:<br />

—Dime, Edson. En el momento más importante <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> Jesús, cuando su<br />

cuerpo temblaba en la cruz y su corazón claudicaba, ¿dón<strong>de</strong> estaban los hombres?,<br />

¿en primer o segundo plano?<br />

<strong>El</strong> Milagrero, pálido, tardó en respon<strong>de</strong>r. Y nosotros nos ruborizamos. Ante<br />

nuestro silencio, el <strong>ven<strong>de</strong>dor</strong> <strong>de</strong> sueños continuó:<br />

—Sus discípulos eran héroes cuando él conmovía al mundo, pero se volvieron<br />

cobar<strong>de</strong>s cuando el mundo se abatió sobre él: se callaron, huyeron, lo negaron, lo<br />

traicionaron. Pero <strong>de</strong> todas formas, Jesús los amó. Los hombres son más débiles que<br />

las mujeres.<br />

En un arranque sociológico, le repliqué:<br />

—Pero ¿no son los hombres los que hacen las guerras, empuñan las armas, llevan<br />

a<strong>de</strong>lante revoluciones?

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