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Recordad que el reino <strong>de</strong> la sabiduría pertenece a los humil<strong>de</strong>s.<br />
Después <strong>de</strong> darnos todas estas recomendaciones, mostró un cierto aire <strong>de</strong><br />
preocupación y nos alertó:<br />
—Vivimos en el tercer milenio. Ven<strong>de</strong>r el sueño <strong>de</strong> convertirse en un ser humano<br />
sin fronteras en esta sociedad que ha alcanzado el apogeo <strong>de</strong>l individualismo parece el<br />
absurdo <strong>de</strong> los absurdos. Ser solidario, generoso y solícito cuando los otros nos lo<br />
pi<strong>de</strong>n, ya es algo extraordinario. Imaginad si lo sois cuando nadie os lo pi<strong>de</strong>: os<br />
tildarán <strong>de</strong> fanáticos, enfermos mentales, locos, proselitistas. Pero si me aceptasteis a<br />
mí, también os aceptarán a vosotros.<br />
Aparte <strong>de</strong> estas indicaciones, no dio ninguna regla sobre cómo abordar a la gente y<br />
a quiénes buscar. No nos dijo si <strong>de</strong>bíamos buscar a personas ricas o pobres, cultas,<br />
iletradas, habitantes <strong>de</strong>l centro o <strong>de</strong> las afueras <strong>de</strong> la ciudad. Tampoco nos dio un<br />
mapa. <strong>El</strong> viento le alborotaba el cabello y a nosotros nos corría el sudor por la cara.<br />
Su propuesta nos daba miedo. Pensé: «Esto no va a resultar. Nos malinterpretarán,<br />
nos rechazarán. ¿Y si me cruzo con alguno <strong>de</strong> mis antiguos colegas? ¿Qué pensará <strong>de</strong><br />
mí?».<br />
—Hay muchas formas <strong>de</strong> contribuir al bien <strong>de</strong> la humanidad —agregó el maestro<br />
—, pero ninguna <strong>de</strong> ellas es un paseo tranquilo, ninguna se lleva a cabo bajo una<br />
lluvia <strong>de</strong> aplausos. La forma que yo os propongo pue<strong>de</strong> generar <strong>de</strong>sconfianza. Os<br />
pue<strong>de</strong> pasar que seáis famosos por la mañana pero por la noche nadie os recuer<strong>de</strong>. Tal<br />
vez os valoren en un momento y en otro os traten como escoria social. Las<br />
consecuencias son imprevisibles. Pero os garantizo que si superáis los obstáculos,<br />
seréis mucho más humanos, mucho más fuertes, y al final enten<strong>de</strong>réis lo que los<br />
libros no enseñan. Enten<strong>de</strong>réis en cierta medida lo que millones <strong>de</strong> judíos vivieron en<br />
manos <strong>de</strong> los nazis, los cristianos en las arenas <strong>de</strong>l Coliseo, los musulmanes en<br />
Palestina. Compren<strong>de</strong>réis lo que los religiosos, las prostitutas, los homosexuales, los<br />
negros y las mujeres han sufrido a lo largo <strong>de</strong> la historia.<br />
«Soltar a Bartolomé y a Dimas para representar al maestro sin vigilarlos pue<strong>de</strong> ser<br />
un verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>sastre —pensé—. No será muy diferente a <strong>de</strong>jar que un estudiante <strong>de</strong><br />
medicina llevase a cabo una operación sin nadie que lo supervise».<br />
Lo que el maestro nos pedía era que hiciéramos un experimento social diferente a<br />
todo lo que yo había aprendido trabajando en sociología. No quería que fuéramos a<br />
África con algún apoyo financiero para hacer caridad, ni que ejerciéramos la<br />
filantropía en alguna institución, ni que expusiéramos las bases <strong>de</strong> ninguna religión o