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El vendedor de sueños -- Augusto Cury

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—¿Por qué tienes también morado el ojo <strong>de</strong>recho? —preguntó Salomón.<br />

—Después <strong>de</strong> golpearme, me pidió que pusiera la mejilla <strong>de</strong>recha —nos explicó<br />

Edson—. Yo no quería, pero antes <strong>de</strong> que me diera cuenta ya me había abofeteado.<br />

Quise agarrar al tipo por el pescuezo, pero recordé todo lo que habíamos vivido<br />

juntos vosotros y yo, amigos. Recordé al dócil Maestro <strong>de</strong> Nazaret y el proyecto <strong>de</strong>l<br />

<strong>ven<strong>de</strong>dor</strong> <strong>de</strong> sueños. Me contuve. No sé cómo, pero lo hice. Mientras, él se seguía<br />

burlando <strong>de</strong> mí. Había oído hablar <strong>de</strong> nuestro proyecto y me llamaba «<strong>ven<strong>de</strong>dor</strong> <strong>de</strong><br />

tonterías».<br />

La gente aplaudió la actitud <strong>de</strong> Edson. Pero él pidió a la audiencia que le <strong>de</strong>jara<br />

terminar la historia. Y dijo que había fallado.<br />

—Después, volvió a pedirme que pusiera la mejilla izquierda. Sentí mucha rabia.<br />

Sabía que Jesús había pedido que pusiéramos la otra mejilla, pero no que pusiéramos<br />

la misma dos veces. Entonces, miré al cielo, pedí disculpas y me lié a tortas. Pero él<br />

era más fuerte que yo, y me dio con ganas.<br />

No era el momento <strong>de</strong> reírse, pero no pudimos contenernos. <strong>El</strong> maestro, aunque<br />

no aprobaba la violencia, también se rió. Después nos dio una lección inolvidable.<br />

—Convertirse en un ser humano sin fronteras no es ser un ingenuo ni poner la<br />

propia vida en peligro sin necesidad. Recordad que no os llamé para que fuerais<br />

héroes. No <strong>de</strong>béis provocar, y mucho menos plantar cara, a los ofensores. Poner la<br />

otra mejilla no es sinónimo <strong>de</strong> fragilidad sino <strong>de</strong> fuerza. No quiere <strong>de</strong>cir ser estúpido<br />

sino lúcido. —En ese momento, hizo una pausa para que asimilásemos sus i<strong>de</strong>as.<br />

Después continuó—: Poner la otra mejilla es símbolo <strong>de</strong> madurez y fuerza interior. No<br />

se refiere a la fuerza física sino a la psíquica. Poner la otra mejilla quiere <strong>de</strong>cir hacer el<br />

bien a quien nos <strong>de</strong>cepciona, y tener la elegancia <strong>de</strong> elogiar a quien nos difama, y<br />

altruismo para ser amables con quien nos aborrece. Y salir en silencio y sin estri<strong>de</strong>ncia<br />

<strong>de</strong> la mira <strong>de</strong> nuestros agresores. Poner la otra mejilla evita homicidios, traumas,<br />

cicatrices imborrables. Los débiles se vengan, los fuertes se protegen.<br />

Edson absorbió esas palabras como si fuesen gotas <strong>de</strong> lluvia sobre la tierra seca. A<br />

partir <strong>de</strong> este episodio dio un salto emocional, perfeccionó su sabiduría, expandió las<br />

fronteras <strong>de</strong> su mente. Hizo una gran contribución a nuestro movimiento.<br />

Las palabras <strong>de</strong>l maestro penetraron como un rayo <strong>de</strong> luz en todos nosotros.<br />

Fueron tan impactantes que hicieron que los judíos ortodoxos abrazaran a los<br />

musulmanes que estaban presentes. Miré a mi amigo, el profesor Marco Antonio.<br />

Recordé que en algunas ocasiones me había liado a puñetazos con mis enemigos <strong>de</strong> la

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