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capitalista, una casta <strong>de</strong> burgueses explotadores. A ellos no les gustó la i<strong>de</strong>a, les<br />
inspiró temor. Pero, a pesar <strong>de</strong> todo, querían hurgar en las i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> aquel hombre<br />
fascinante.<br />
Los lí<strong>de</strong>res no conocían el lugar don<strong>de</strong> el maestro los había citado, y a algunos les<br />
extrañó no haber oído hablar <strong>de</strong> él, pues estaban acostumbrados a organizar eventos<br />
en los mejores lugares <strong>de</strong> la ciudad. La noche <strong>de</strong>l encuentro, el <strong>ven<strong>de</strong>dor</strong> <strong>de</strong> sueños<br />
salió antes que nosotros. Aparentemente, quería meditar. «¿Querrá afinar su artillería?<br />
—me pregunté—. ¿Le estará pidiendo a su Dios sabiduría para hacer temblar los<br />
cimientos <strong>de</strong> la clase dominante? Es su oportunidad <strong>de</strong> oro para quebrar la espina<br />
dorsal <strong>de</strong> la élite financiera», seguí reflexionando. Pero me equivocaba. Lo que iba a<br />
pasar sería muy distinto y me <strong>de</strong>jaría atónito.<br />
Nosotros tampoco conocíamos la dirección y fuimos preguntando a medida que<br />
nos dirigíamos allí. Estábamos cerca <strong>de</strong> la numeración <strong>de</strong> la calle que el maestro nos<br />
había dado, pero no dábamos con el local <strong>de</strong>l evento. Era una calle mal iluminada.<br />
Después, nos encontramos a un grupo <strong>de</strong> personas que también parecían perdidas.<br />
Eran los empresarios. Pensaban que les habían dado una dirección equivocada, pero<br />
yo les confirmé que la dirección que tenían era correcta. De todos modos, pensé que<br />
tal vez tuvieran razón. Dada su condición social, quizá el maestro no conocía los<br />
centros <strong>de</strong> reunión <strong>de</strong> la ciudad y nos había dado unas señas equivocadas.<br />
Los empresarios estaban <strong>de</strong>cepcionados. Decidimos seguir caminando juntos y<br />
preguntar un poco más a<strong>de</strong>lante. Llegamos a un enorme y lúgubre cementerio. Se<br />
trataba <strong>de</strong>l famoso cementerio <strong>de</strong> la Recoleta. Perturbados, nos dimos cuenta <strong>de</strong> que el<br />
número coincidía con el que nos había dado el maestro. «Si ya tiene fama <strong>de</strong> loco,<br />
esto terminará <strong>de</strong> confirmar esa fama», pensé.<br />
—Yo puedo enfrentarme a los fantasmas <strong>de</strong> mi mente —dijo Salomón—, pero<br />
odio acercarme a un cementerio, y mucho más <strong>de</strong> noche. Abandonemos este lugar.<br />
Con ciertas dudas, lo tomé <strong>de</strong>l brazo. Le pedí que se calmara.<br />
Los participantes iban llegando en coches lujosos y se reunían en la entrada. Todos<br />
estaban confundidos. Por primera vez tuve que rebajarme ante aquellas personas y<br />
pedirles disculpas por haberles dado mal la dirección.<br />
De repente, cuando estábamos a punto <strong>de</strong> irnos, las puertas <strong>de</strong>l enorme cementerio<br />
se abrieron. De inmediato, Boquita <strong>de</strong> Miel abrazó a Mano <strong>de</strong> Ángel y empezó a<br />
temblar.<br />
—Si no es con varios litros <strong>de</strong> vodka encima, me niego a entrar en este lugar.