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—Yo conozco a este hombre, ¿dón<strong>de</strong> vive?<br />
—Ni se lo imagina —dije. Y agregué—: Me parece que usted se confun<strong>de</strong>.<br />
—¡En absoluto! Yo conozco esta extraordinaria mente <strong>de</strong> algo.<br />
Entonces, otro empresario, que tenía unos cincuenta años y que había quebrado<br />
tres veces pero a pesar <strong>de</strong> todo siempre había invertido en el terreno social, respondió<br />
a la pregunta <strong>de</strong>l maestro con una sola palabra:<br />
—Educación.<br />
—Magnífico —lo felicitó él—. ¡La educación es la clave! <strong>El</strong> cerebro nos llevó a<br />
ser completamente <strong>de</strong>pendientes en la infancia <strong>de</strong>bido a la necesidad vital <strong>de</strong><br />
incorporar experiencias existenciales acumuladas durante generaciones. Estas<br />
experiencias <strong>de</strong>ben ser aprendidas y asimiladas por medio <strong>de</strong> la educación. No son<br />
transmitidas genéticamente. La educación es insustituible.<br />
Después, alertó a los presentes acerca <strong>de</strong> la explotación mental a la que estaban<br />
siendo sometidos y que posiblemente estaban transfiriendo a sus vástagos. Explicó<br />
que muchos padres presionan a sus hijos para que compitan, estudien excesivamente,<br />
hagan cursos, se preparen para sobrevivir en el futuro, sin saber que la presión<br />
excesiva aniquila la ingenuidad <strong>de</strong> la infancia, arruina los valores existenciales,<br />
bloquea el aprendizaje, <strong>de</strong>struye la humanidad que hay en ellos. Después <strong>de</strong> una<br />
pausa, los bombar<strong>de</strong>ó a preguntas, como había hecho conmigo cuando nos<br />
conocimos.<br />
—¿Conocen vuestros hijos los inconvenientes que encontrasteis en vuestro<br />
camino? ¿Saben cómo los superasteis? ¿Conocen sus miedos y sus incoherencias?<br />
¿Alguien les ha hablado <strong>de</strong> su osadía? ¿Han explorado sus i<strong>de</strong>as más importantes?<br />
¿Conocen su filosofía <strong>de</strong> vida, su capacidad <strong>de</strong> intuir, analizar, reflexionar? ¿Os han<br />
visto llorar? Disculpadme, pero si nunca han visto vuestras lágrimas, estáis formando<br />
máquinas que serán usadas por el sistema y no seres humanos que lo transformen. Si<br />
ellos no os conocen, estáis ignorando los motivos fundamentales por los cuales<br />
nuestro cerebro nos hizo <strong>de</strong>pendientes.<br />
Luego, hizo una sugerencia que inquietó a algunos:<br />
—Durante treinta segundos, poneos en el lugar <strong>de</strong> vuestros hijos y pensad en las<br />
palabras que ellos escribirían sobre vuestros mausoleos.<br />
Esta sugerencia causó un torbellino emocional en los oyentes. Personalmente, no<br />
me gustaría saber lo que escribiría mi hijo sobre mi tumba. Él no me conoce. Siempre<br />
me he ocultado.