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El vendedor de sueños -- Augusto Cury

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Invitando a una mo<strong>de</strong>lo y a una revolucionaria<br />

Mónica nos acompañó mientras salíamos, y, una vez fuera, nos expresó un profundo<br />

agra<strong>de</strong>cimiento. Le dio al maestro un abrazo afectuoso y un beso en la mejilla. Nos<br />

morimos <strong>de</strong> envidia. <strong>El</strong> maestro la miró e, inesperadamente, tomó una iniciativa<br />

maravillosa.<br />

—Mónica, tú has brillado en las pasarelas <strong>de</strong> la moda, pero yo te invito a <strong>de</strong>sfilar<br />

en otra pasarela; una más difícil <strong>de</strong> transitar, una en la que cuesta más conservar el<br />

equilibrio pero en la que es más interesante vivir. Te invito a ven<strong>de</strong>r sueños con<br />

nosotros.<br />

<strong>El</strong>la se quedó perpleja, sin saber qué respon<strong>de</strong>r. Había leído algunos artículos<br />

sobre el enigmático hombre que le había hecho la invitación, pero no tenía ninguna<br />

seguridad sobre el terreno que estaba pisando. Al oír que el maestro invitaba a la<br />

encantadora mo<strong>de</strong>lo, nosotros, que habíamos rechazado la entrada <strong>de</strong> las mujeres en<br />

el equipo, nos alegramos. Cambiamos nuestro punto <strong>de</strong> vista. Inmediatamente<br />

estuvimos <strong>de</strong> acuerdo con él respecto a que las mujeres no sólo son más inteligentes<br />

que los hombres, sino también mucho más hermosas.<br />

Al vernos entusiasmados, el maestro se retiró y fue a hablar con una persona que<br />

estaba a unos veinte metros <strong>de</strong>l grupo. A nosotros nos tocó explicarle a la recién<br />

llegada el fascinante mundo <strong>de</strong> los sueños. «Sin duda la convenceremos», pensamos.<br />

Estuvimos un largo rato tratando <strong>de</strong> explicarle <strong>de</strong> qué iba todo aquello. Parecíamos<br />

una banda <strong>de</strong> perros callejeros en época <strong>de</strong> celo. Al ver que Mónica no parecía<br />

entusiasmada, el Milagrero se retiró para orar. No quería caer en la tentación. Mano <strong>de</strong><br />

Ángel estaba eufórico, no lograba articular palabra, pero intentó hacer un poema para<br />

convencer a la mo<strong>de</strong>lo.<br />

—Una vida sin… sue… sueños… es… es… como un invierno sin… nieve, un<br />

océano sin… sin olas. —Pensó que la estaba impresionando, pero en realidad la<br />

estaba asustando.

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