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Luego miró al maestro y le pidió gentilmente que se quedase en el centro <strong>de</strong>l<br />
escenario para mirar la extraña película que comenzaba a proyectarse en la enorme<br />
pantalla.<br />
En ese momento le <strong>de</strong>sconectaron el micrófono.<br />
En la película esperábamos ver campos, flores, valles y montañas para<br />
homenajearlo. Pero en ella no se mostraba la primavera sino el rigor <strong>de</strong>l invierno; y no<br />
se trataba <strong>de</strong> un invierno climático sino <strong>de</strong> un dramático invierno psíquico. Se veía la<br />
entrada principal <strong>de</strong> un hospital gran<strong>de</strong> y vetusto: un hospital psiquiátrico, uno <strong>de</strong> los<br />
pocos que quedaban en la región. La fachada era <strong>de</strong> color marrón oscuro y tenía la<br />
pintura <strong>de</strong>sconchada y varias grietas. <strong>El</strong> edificio tenía tres pisos, y su arquitectura era<br />
<strong>de</strong> líneas rectas, lo cual contrastaba con las formas <strong>de</strong> la mente humana, que no son<br />
rectilíneas, previsibles ni lógicas. <strong>El</strong> hospital no ofrecía ninguna imagen agradable.<br />
A continuación, la cámara se a<strong>de</strong>ntró por las salas <strong>de</strong>l mismo y empezó a mostrar a<br />
algunos pacientes psicóticos que hablaban solos, y a otros a los cuales los<br />
medicamentos hacían que les temblasen las manos. Siguiendo por otros pasillos, la<br />
cámara mostró a pacientes sentados en incómodos bancos con la mirada fija en el<br />
infinito o con la cabeza entre las piernas.<br />
Ninguna <strong>de</strong> las imágenes tenía sonido ni fondo musical. Todo nos parecía muy<br />
extraño. No era una película <strong>de</strong> ficción porque no estaba bien filmada. La cámara<br />
temblaba como si estuviese en las manos <strong>de</strong> un aficionado.<br />
De vez en cuando, se interrumpía y la cámara <strong>de</strong>l estadio se posaba sobre la cara<br />
<strong>de</strong>l maestro. Él negaba con la mente, parecía estar <strong>de</strong>scontento. Nosotros no teníamos<br />
i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> lo que pasaba por su cabeza: si estaba más confundido que nosotros o si<br />
entendía el homenaje <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un ángulo que nosotros no lográbamos percibir. Tal vez se<br />
sintiese mal por los enfermos que se veían en la pantalla. Quizá, más a<strong>de</strong>lante, la<br />
película lo mostrase inundando ese lugar con sus sueños, su afecto y su solidaridad.<br />
De repente, como en una película <strong>de</strong> terror, el sonido empezó a oírse. Todo el<br />
estadio se sobresaltó cuando sonó la voz <strong>de</strong> alguien que gritaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el interior <strong>de</strong> un<br />
cuarto.<br />
—¡No! ¡No! ¡Sal <strong>de</strong> aquí! —<strong>de</strong>cía un paciente <strong>de</strong>sesperado. La cámara se dirigió<br />
hacia la puerta, se abrió lentamente. Sentado sobre la cama había un hombre<br />
angustiado que se tapaba la cara con las manos.<br />
—¡Déjame en paz! ¡Sal <strong>de</strong> mi vida! —gritaba sin parar.<br />
Parecía muy afligido, en un estado <strong>de</strong> ansiedad extrema y trataba <strong>de</strong> ahuyentar a