08.06.2017 Views

El vendedor de sueños -- Augusto Cury

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

para no quedar como un antipático, contestaba con un gesto muy discreto a quien me<br />

<strong>de</strong>cía algo.<br />

La mayor parte <strong>de</strong> la gente sonreía.<br />

«¿De dón<strong>de</strong> conocerá a tantas personas el <strong>ven<strong>de</strong>dor</strong> <strong>de</strong> sueños?», me preguntaba.<br />

Pero lo cierto era que no las conocía. Para él, cualquier extraño era un ser humano y<br />

cualquier ser humano era su semejante. Y un semejante nunca es un <strong>de</strong>sconocido. Los<br />

saludaba por el placer <strong>de</strong> saludarlos. Jamás vi a una persona tan animada y sociable y<br />

que tuviera tan buen humor. No sólo vendía sueños, también los vivía.<br />

Anduvimos muchas calles, caminamos algunos kilómetros, pero no llegábamos.<br />

Al cabo <strong>de</strong> un rato, cuando yo ya no podía dar un paso más, el <strong>ven<strong>de</strong>dor</strong> <strong>de</strong> sueños se<br />

paró en un cruce <strong>de</strong> caminos. Yo respiré. «¡Uf!, espero que hayamos llegado», pensé.<br />

Para mi alivio, me confirmó que así era.<br />

Miré hacia la izquierda. Vi un conjunto <strong>de</strong> casas populares idénticas, pintadas <strong>de</strong><br />

color blanco y con un porche pequeñísimo. Me rasqué la cabeza y me dije: «Las casas<br />

son pequeñas. Es posible que no tengan tres habitaciones».<br />

Pero finalmente, el hombre miró hacia el lado <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> la calle y levantó<br />

levemente la cabeza. Siguiendo su mirada, vi un enorme edificio <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un puente.<br />

Tenía unos ocho apartamentos por planta. Parecía un palomar. Daba la impresión <strong>de</strong><br />

que los pisos eran más pequeños que las casas populares. La gente <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> vivir<br />

apiñada.<br />

Me dije: «Va a ser una noche muy difícil». Pero el maestro se a<strong>de</strong>lantó y me dijo:<br />

—No te preocupes, hay mucho espacio.<br />

—¿En qué piso está tu apartamento? —le pregunté amablemente, tratando <strong>de</strong><br />

disimular mi ansiedad.<br />

—¿Mi apartamento? Mi apartamento es el mundo —respondió con tranquilidad.<br />

—Very good, me gusta mucho ese apartamento —intervino Bartolomé, al que le<br />

gustaba hacer gala <strong>de</strong> su pésimo inglés.<br />

—¿Qué quieres <strong>de</strong>cir, maestro? —le pregunté, asustado.<br />

—Los zorros tienen sus madrigueras —explicó—, las aves <strong>de</strong>l cielo tienen sus<br />

nidos, pero el <strong>ven<strong>de</strong>dor</strong> <strong>de</strong> sueños no tiene resi<strong>de</strong>ncia fija don<strong>de</strong> reclinar la cabeza.<br />

No podía creer lo que estaba escuchando. Me quedé paralizado. <strong>El</strong> maestro había<br />

citado la famosa frase <strong>de</strong> Cristo. ¿Acaso se creía Cristo? ¡No era posible! ¿Y si tenía<br />

un brote psicótico? Pero parecía alguien intelectualmente sólido, inteligente. Hablaba<br />

<strong>de</strong> Dios <strong>de</strong> una forma no religiosa. ¿Quién era aquel hombre? ¿Hacia dón<strong>de</strong> estaba

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!