08.06.2017 Views

El vendedor de sueños -- Augusto Cury

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Bartolomé que ese día se emborrachó. Decidió celebrarlo. Fue a un bar y bebió sin<br />

límite. Era la tercera recaída <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que había sido invitado, pero las dos primeras<br />

habían sido más livianas. Esta vez se quedó tirado en la cuneta.<br />

Al notar su falta, nos preocupamos. <strong>El</strong> maestro nos dijo que fuéramos a buscarlo.<br />

Mis amigos y yo, un poco hartos, nos dijimos:<br />

—¡Otra vez! No hay nada que hacer con ese hombre.<br />

Una hora <strong>de</strong>spués lo encontramos casi inconsciente. Lo ayudamos a incorporarse,<br />

pero no podía sostenerse en pie. Notamos que no quería caminar y se <strong>de</strong>jaba caer. Lo<br />

tomamos <strong>de</strong> los dos brazos y lo hicimos avanzar. Dimas lo empujaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> atrás.<br />

—¡Más lento, amigo! <strong>El</strong> parachoques es frágil —se quejaba Bartolomé con voz<br />

pastosa.<br />

De vez en cuando soltaba ventosida<strong>de</strong>s sonoras y fétidas, peores que las <strong>de</strong> una<br />

vaca vieja. Y encima se burlaba <strong>de</strong> nosotros:<br />

—Perdón por el escape perforado.<br />

Daban ganas <strong>de</strong> abofetearlo. «Salí <strong>de</strong>l mundo <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as académicas para<br />

escuchar las i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> un borracho —pensaba—. ¡Es increíble!».<br />

Nunca había sentido interés por el prójimo a no ser que me diera algún beneficio.<br />

Sin beneficio, no me comprometía. Ahora estaba cuidando a alguien que a<strong>de</strong>más <strong>de</strong><br />

no darme ningún beneficio me daba risa y se burlaba <strong>de</strong> mí. Cerca <strong>de</strong>l puente, unos<br />

treinta metros antes <strong>de</strong> llegar, tuvimos que cargar con él; realmente no podía seguir<br />

caminando. Lo más difícil era soportar las <strong>de</strong>claraciones <strong>de</strong> amor que nos hacía en su<br />

pésimo inglés.<br />

—I love you, amigos. I love you very much much much —<strong>de</strong>cía.<br />

Sudados y cansados, le respondíamos a coro:<br />

—¡Cállate la boca, Bartolomé! —Pero no servía <strong>de</strong> nada. Pedirle que se callara<br />

sólo exacerbaba su acostumbrada verborrea. Durante el trayecto, nos dijo unas diez<br />

veces que nos amaba.<br />

Quizá estaba siendo sincero, quizá nos quería más <strong>de</strong> lo que nosotros lo<br />

queríamos a él. Cuando llegamos al puente, el holgazán trató <strong>de</strong> darnos besos <strong>de</strong><br />

agra<strong>de</strong>cimiento. No lo soportamos. Lo acostamos en el suelo, teniendo cuidado <strong>de</strong><br />

protegerle la cabeza.<br />

—My friends, es un privilegio que me hayáis llevado en brazos —nos dijo.<br />

Disgustados y con voz firme, hablamos con el <strong>ven<strong>de</strong>dor</strong> <strong>de</strong> sueños:<br />

—Por favor, maestro, man<strong>de</strong> a este tipo a Alcohólicos Anónimos. —Aunque lo

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!