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menos lógico y más romántico. Escribiría tontas poesías <strong>de</strong> amor. Diría más veces “te<br />
amo”. Reconocería sin temor: “Perdóname por cambiarte por las reuniones <strong>de</strong> trabajo.<br />
No me <strong>de</strong>jes”.<br />
»¡Ah, si pudiese controlar las alas <strong>de</strong>l tiempo! Besaría más a mis hijos, jugaría<br />
mucho más con ellos, disfrutaría su infancia como la tierra seca absorbe el agua.<br />
Saldría con ellos a mojarme con la lluvia, caminaría <strong>de</strong>scalzo por la hierba, subiría a<br />
los árboles. Tendría menos miedo <strong>de</strong> que se hirieran o se resfriaran y más miedo <strong>de</strong><br />
que se contaminasen con el sistema social. Trabajaría menos para darles el mundo y<br />
me esforzaría más para darles mi mundo.<br />
Observó con atención el maravilloso estadio: las columnas, el techo, los asientos.<br />
Luego, intensamente conmovido, agregó:<br />
—Si yo pudiese volver atrás en el tiempo, daría todo mi dinero por tener un día<br />
más con ellos, y haría <strong>de</strong> ese día un momento eterno. Pero ellos se han ido; las únicas<br />
voces que puedo oír son las que han quedado en los escombros <strong>de</strong> mi memoria:<br />
«Papá, tú eres el mejor padre <strong>de</strong>l mundo, pero también el más ocupado».<br />
Después <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir eso, su rostro se llenó <strong>de</strong> lágrimas, ratificando que los gran<strong>de</strong>s<br />
hombres también lloran. Y finalizó con las siguientes palabras:<br />
—<strong>El</strong> pasado es mi verdugo, no permite que mi familia regrese, pero el presente<br />
levanta generosamente mi semblante vencido y me hace ver que no puedo cambiar lo<br />
que fui, pero puedo construir lo que seré. Pue<strong>de</strong>n llamarme loco, psicótico, enfermo,<br />
no importa. Lo que importa es que, como todo mortal, un día terminaré el espectáculo<br />
<strong>de</strong> la existencia en el pequeño escenario <strong>de</strong> un sepulcro ante una audiencia en<br />
lágrimas.<br />
Este último pensamiento llegó a lo más profundo <strong>de</strong> mi conciencia. Después <strong>de</strong><br />
inspirar profundamente, finalizó.<br />
—Ese día no quiero que digan: «Ahí, en esa tumba, <strong>de</strong>scansa un hombre rico,<br />
famoso y po<strong>de</strong>roso, cuyos hechos están en los anales <strong>de</strong> la historia». Tampoco me<br />
gustaría que dijeran: «Ese que yace ahí fue un hombre ético y justo». Pues sería una<br />
frase <strong>de</strong> compromiso. Lo que espero que digan es: «En esa tumba reposa un simple<br />
caminante que entendió un poco lo que significa convertirse en un ser humano, que<br />
aprendió un poco a querer a la humanidad y que pudo ven<strong>de</strong>r algunos sueños a otros<br />
caminantes.».<br />
En ese momento, dio la espalda al público y salió sin <strong>de</strong>spedirse. La multitud<br />
presente en el estadio rompió el silencio, se puso <strong>de</strong> pie y lo aplaudió sin interrupción.