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El vendedor de sueños -- Augusto Cury

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menos lógico y más romántico. Escribiría tontas poesías <strong>de</strong> amor. Diría más veces “te<br />

amo”. Reconocería sin temor: “Perdóname por cambiarte por las reuniones <strong>de</strong> trabajo.<br />

No me <strong>de</strong>jes”.<br />

»¡Ah, si pudiese controlar las alas <strong>de</strong>l tiempo! Besaría más a mis hijos, jugaría<br />

mucho más con ellos, disfrutaría su infancia como la tierra seca absorbe el agua.<br />

Saldría con ellos a mojarme con la lluvia, caminaría <strong>de</strong>scalzo por la hierba, subiría a<br />

los árboles. Tendría menos miedo <strong>de</strong> que se hirieran o se resfriaran y más miedo <strong>de</strong><br />

que se contaminasen con el sistema social. Trabajaría menos para darles el mundo y<br />

me esforzaría más para darles mi mundo.<br />

Observó con atención el maravilloso estadio: las columnas, el techo, los asientos.<br />

Luego, intensamente conmovido, agregó:<br />

—Si yo pudiese volver atrás en el tiempo, daría todo mi dinero por tener un día<br />

más con ellos, y haría <strong>de</strong> ese día un momento eterno. Pero ellos se han ido; las únicas<br />

voces que puedo oír son las que han quedado en los escombros <strong>de</strong> mi memoria:<br />

«Papá, tú eres el mejor padre <strong>de</strong>l mundo, pero también el más ocupado».<br />

Después <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir eso, su rostro se llenó <strong>de</strong> lágrimas, ratificando que los gran<strong>de</strong>s<br />

hombres también lloran. Y finalizó con las siguientes palabras:<br />

—<strong>El</strong> pasado es mi verdugo, no permite que mi familia regrese, pero el presente<br />

levanta generosamente mi semblante vencido y me hace ver que no puedo cambiar lo<br />

que fui, pero puedo construir lo que seré. Pue<strong>de</strong>n llamarme loco, psicótico, enfermo,<br />

no importa. Lo que importa es que, como todo mortal, un día terminaré el espectáculo<br />

<strong>de</strong> la existencia en el pequeño escenario <strong>de</strong> un sepulcro ante una audiencia en<br />

lágrimas.<br />

Este último pensamiento llegó a lo más profundo <strong>de</strong> mi conciencia. Después <strong>de</strong><br />

inspirar profundamente, finalizó.<br />

—Ese día no quiero que digan: «Ahí, en esa tumba, <strong>de</strong>scansa un hombre rico,<br />

famoso y po<strong>de</strong>roso, cuyos hechos están en los anales <strong>de</strong> la historia». Tampoco me<br />

gustaría que dijeran: «Ese que yace ahí fue un hombre ético y justo». Pues sería una<br />

frase <strong>de</strong> compromiso. Lo que espero que digan es: «En esa tumba reposa un simple<br />

caminante que entendió un poco lo que significa convertirse en un ser humano, que<br />

aprendió un poco a querer a la humanidad y que pudo ven<strong>de</strong>r algunos sueños a otros<br />

caminantes.».<br />

En ese momento, dio la espalda al público y salió sin <strong>de</strong>spedirse. La multitud<br />

presente en el estadio rompió el silencio, se puso <strong>de</strong> pie y lo aplaudió sin interrupción.

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