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El vendedor de sueños -- Augusto Cury

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La superioridad <strong>de</strong> las mujeres<br />

En los días que siguieron, todo fue felicidad. Ninguna nube empañó el cielo. Ningún<br />

percance. Ningún rechazo. Disfrutábamos <strong>de</strong>l prestigio, el asedio y el reconocimiento<br />

social. No estaba nada mal para alguien que <strong>de</strong>safiaba al po<strong>de</strong>roso sistema y vivía en<br />

lugares inhóspitos. Pero no nos imaginábamos lo que nos esperaba.<br />

Cuando todo transcurría en la más perfecta armonía, el maestro volvió a<br />

sorpren<strong>de</strong>rnos. Nos invitó a ir al más hermoso <strong>de</strong> los templos, el templo <strong>de</strong> la moda,<br />

el mundo fashion. En el lado sur <strong>de</strong> la ciudad había un refinado <strong>de</strong>sfile <strong>de</strong> los<br />

diseñadores más renombrados. <strong>El</strong> po<strong>de</strong>roso grupo Megasoft estaba nuevamente<br />

presente, representado por su ca<strong>de</strong>na global <strong>de</strong> ropa femenina llamada La Femme, que<br />

administraba más <strong>de</strong> diez marcas internacionales y tenía dos mil tiendas en veinte<br />

países.<br />

La invitación <strong>de</strong>l maestro nos pareció extraña. Era un sitio inapropiado para<br />

ven<strong>de</strong>r sueños. A fin <strong>de</strong> cuentas, creíamos que, al menos en ese ambiente, la<br />

autoestima había encontrado el mejor medio para cultivarse. Pensábamos que la<br />

autoimagen, el culto al cuerpo y el placer existencial existían en otros guetos, pero no<br />

en las pasarelas.<br />

¿Qué es lo que buscaba el maestro en un ambiente como ése?, nos<br />

preguntábamos. ¿Qué reacciones tendría? ¿Qué actitud tomaría? ¿A quién se dirigiría?<br />

Ansiábamos que fuese discreto y no causara ningún disturbio, pero sabíamos que eso<br />

era casi imposible.<br />

La entrada al evento ya sería un problema. A fin <strong>de</strong> cuentas, no habíamos logrado<br />

entrar en el templo <strong>de</strong> la informática. ¿Cómo haríamos, entonces, para entrar en el <strong>de</strong><br />

la moda? Nuestra ropa era pintoresca, estábamos más allá <strong>de</strong>l rigor <strong>de</strong> la moda.<br />

Teníamos el aspecto <strong>de</strong> un grupo <strong>de</strong> personas exóticas, anticuadas, que llamaban la<br />

atención por su rareza y no por su buen gusto. Sin duda, no nos admitirían. Ese día, el<br />

maestro llevaba una chaqueta negra <strong>de</strong>sabotonada y remendada que le habían regalado

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