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El vendedor de sueños -- Augusto Cury

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varios eventos relacionados con el grupo Megasoft. Me había rescatado en el edificio<br />

San Pablo, un edificio <strong>de</strong>l grupo. Y, misteriosamente, estuvo a punto <strong>de</strong> que le<br />

dispararan en ese mismo edificio. Lo golpearon en el templo <strong>de</strong> la informática a<br />

instancias <strong>de</strong> un ejecutivo <strong>de</strong>l mismo grupo y no dijo nada. Fue calumniado por un<br />

periodista <strong>de</strong> un diario perteneciente a Megasoft y no respondió. Ahora acababa <strong>de</strong> ser<br />

humillado por los ejecutivos <strong>de</strong> la misma corporación y no se había rebelado. ¿Qué<br />

estaba sucediendo? ¿Qué significaba todo aquello?<br />

Respiré profundamente, tratando <strong>de</strong> or<strong>de</strong>nar mis i<strong>de</strong>as. Me cubrí el rostro con las<br />

manos y me dije: «¡Esto no pue<strong>de</strong> ser verdad! ¿O sí? ¡Somos especialistas en inventar<br />

hechos cuando estamos estresados!». Tomé a Jurema <strong>de</strong>l brazo y le pregunté:<br />

—¿Cómo es posible que uno <strong>de</strong> los hombres más po<strong>de</strong>rosos <strong>de</strong>l planeta duerma<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> un puente? ¿Cómo es posible que un multimillonario coma sobras? ¡Es<br />

completamente ilógico! —<strong>El</strong>la negó con la cabeza, <strong>de</strong>mostrando que estaba tan<br />

confundida como yo.<br />

Y antes <strong>de</strong> que me aventurara a per<strong>de</strong>rme aún más en mi confusión, el hombre al<br />

que seguíamos cruzó las avenidas <strong>de</strong> nuestros pensamientos y nos dijo que, <strong>de</strong>bido a<br />

las dramáticas pérdidas que había sufrido, sus crisis se volvieron tan intensas que<br />

empezó a per<strong>de</strong>r la razón. Se negaba a alimentarse, su vida estaba en peligro y fue<br />

internado en un hospital psiquiátrico. Allí lo asaltaron las visiones fantasmagóricas<br />

que mostraba la película. Sentía que le iba a estallar el cerebro.<br />

Con un tono más seguro, retomó la historia que los organizadores habían utilizado<br />

para <strong>de</strong>struirlo públicamente. Narró la segunda parte, que ellos claramente<br />

<strong>de</strong>sconocían.<br />

—Después <strong>de</strong> escuchar al techo, a la caja fuerte, y a otras estructuras <strong>de</strong> esa gran<br />

casa, que se peleaban para <strong>de</strong>mostrar su supremacía, escuché otra área <strong>de</strong> la vivienda.<br />

Pero esta vez era una voz bondadosa, tierna, sincera, que me susurraba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>de</strong>bajo<br />

<strong>de</strong> la tierra y no me aterrorizaba. —Y, mirando al público, afirmó—: Era la voz <strong>de</strong> los<br />

cimientos. A diferencia <strong>de</strong> todos los <strong>de</strong>más elementos <strong>de</strong> la casa, los cimientos no<br />

querían ser los más importantes o los mejores. Solamente querían ser reconocidos<br />

como parte <strong>de</strong>l conjunto.<br />

Yo me esforzaba por enten<strong>de</strong>r lo que el misterioso hombre al que seguía quería<br />

revelar, pero era difícil. Entonces dijo algo que ayudó a esclarecer mis i<strong>de</strong>as:<br />

—Al oír la voz <strong>de</strong> los cimientos, el resto <strong>de</strong> las partes los con<strong>de</strong>naron con<br />

vehemencia. La caja fuerte fue la primera. Con arrogancia, les dijo: «Vosotros nos

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