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Heroinas de la II Guerra Mundial - Kathryn J Atwood

Hubo otros muchos héroes en la Segunda Guerra Mundial cuyos nombres no son tan conocidos como los de los generales norteamericanos Patton y Eisenhower, pero cuyas valerosas acciones contribuyeron a ganar la guerra. Son las heroínas de la Segunda Guerra Mundial. Algunas de ellas ya eran famosas antes de la guerra y otras lo serían después, pero la mayoría eran mujeres corrientes. Peluqueras, relojeras, trabajadoras sociales, estudiantes universitarias, adolescentes y esposas, todas ellas mujeres muy distintas entre sí que solo tenían una cosa en común: la indignación hacia los actos de Hitler. Cada una de estas mujeres, procedentes de distintos países y actuando en distintas misiones, pudieron hacer realidad lo que con indignación tenían que ver día a día durante el tiempo que duró la contienda: Maria von Maltzan, la condesa que escondía judíos; Josephine Baker, la espía cantante; Hannie Schaft, el Símbolo de la Resistencia; Pearl Witherington, la correo que se convirtió en líder; Marlene Dietricht, la artista que convirtió en estandarte su lucha contra Hitler y su régimen… Relatos inspiradores de la vida de estas mujeres durante la II Guerra Mundial, algunas de ellas todavía en su adolescencia, cuyo coraje marcó una diferencia en los oscuros días de la guerra.

Hubo otros muchos héroes en la Segunda Guerra Mundial cuyos nombres no
son tan conocidos como los de los generales norteamericanos Patton y
Eisenhower, pero cuyas valerosas acciones contribuyeron a ganar la guerra.
Son las heroínas de la Segunda Guerra Mundial. Algunas de ellas ya eran
famosas antes de la guerra y otras lo serían después, pero la mayoría eran
mujeres corrientes. Peluqueras, relojeras, trabajadoras sociales, estudiantes
universitarias, adolescentes y esposas, todas ellas mujeres muy distintas
entre sí que solo tenían una cosa en común: la indignación hacia los actos de
Hitler. Cada una de estas mujeres, procedentes de distintos países y
actuando en distintas misiones, pudieron hacer realidad lo que con
indignación tenían que ver día a día durante el tiempo que duró la contienda:
Maria von Maltzan, la condesa que escondía judíos; Josephine Baker, la
espía cantante; Hannie Schaft, el Símbolo de la Resistencia; Pearl
Witherington, la correo que se convirtió en líder; Marlene Dietricht, la artista
que convirtió en estandarte su lucha contra Hitler y su régimen… Relatos
inspiradores de la vida de estas mujeres durante la II Guerra Mundial,
algunas de ellas todavía en su adolescencia, cuyo coraje marcó una
diferencia en los oscuros días de la guerra.

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Mujeres». Era un campo <strong>de</strong> concentración para mujeres.<br />

Durante los cuatro días <strong>de</strong> viaje, en los que nunca <strong>la</strong> <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>naron <strong>de</strong>l asiento,<br />

Hortense Daman tuvo tiempo <strong>de</strong> sobra para reflexionar sobre los sucesos que <strong>la</strong><br />

habían puesto en ese tren.<br />

Hortense tenía solo 13 años cuando los alemanes invadieron Polonia en 1939. Su<br />

hermano, François, entonces 26, era sargento en el ejército belga. Cuando Alemania<br />

invadió y conquistó Bélgica en mayo <strong>de</strong>l año siguiente, François comenzó a trabajar<br />

para <strong>la</strong> Cruz Roja, pero ese trabajo era solo una tapa<strong>de</strong>ra. En realidad, se había unido<br />

al Ejército <strong>de</strong> Partisanos belga, una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s muchas organizaciones militares <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

Resistencia belga.<br />

François le había pedido a Hortense que se uniera a los Partisanos por dos<br />

razones. Él sabía que su trabajo no tendría éxito sin <strong>la</strong> ayuda <strong>de</strong> mujeres voluntarias.<br />

También sabía que si él no le daba algo que hacer, Hortense se implicaría por sí<br />

misma. François prefería que Hortense trabajara cerca <strong>de</strong> él para po<strong>de</strong>r cuidar <strong>de</strong> el<strong>la</strong>.<br />

Le pidió que distribuyera copias <strong>de</strong>l periódico c<strong>la</strong>n<strong>de</strong>stino más famoso <strong>de</strong><br />

Bélgica, La Libre Belgique (Bélgica Libre). Luego, le pidió que le entregara una carta<br />

a alguien al que encontraría sentado en un banco <strong>de</strong> un parque. Al poco tiempo,<br />

Hortense estaba trabajando regu<strong>la</strong>rmente como correo para François; se encargaba <strong>de</strong><br />

entregar objetos importantes aquí y allá. Su padre poseía una tienda <strong>de</strong> alimentación<br />

en su ciudad natal <strong>de</strong> Lovaina, así que Hortense realizaba estas tareas mientras<br />

montaba en bicicleta y, supuestamente, transportaba alimentos. Algunas veces llevaba<br />

realmente alimentos, pero se trataba <strong>de</strong> alimentos <strong>de</strong>l mercado negro —obtenidos<br />

ilegalmente, sin cartil<strong>la</strong>s <strong>de</strong> racionamiento— que servían para alimentar a los<br />

aviadores aliados que permanecían escondidos hasta que pudieran ser escoltado a<br />

salvo hasta Ing<strong>la</strong>terra.<br />

La cesta <strong>de</strong> <strong>la</strong> bici <strong>de</strong> Hortense no tardó en llenarse con algo más que alimentos:<br />

comenzó a transportar explosivos para los Partisanos. Un día que transportaba<br />

granadas en su cesta, apenas ocultas bajo unos huevos, Hortense fue a dar<br />

directamente con una redada. Los alemanes estaban comprobando <strong>la</strong> i<strong>de</strong>ntificación<br />

para dar con jóvenes que se hubieran escabullido <strong>de</strong>l reclutamiento obligatorio para<br />

trabajar en <strong>la</strong>s fábricas <strong>de</strong> municiones alemanas. También estaban buscando<br />

alimentos <strong>de</strong>l mercado negro. A Hortense le dio el alto un oficial que, bruscamente, le<br />

preguntó qué llevaba. Como se había <strong>de</strong>tenido <strong>de</strong> repente, Hortense trató<br />

<strong>de</strong>sesperadamente <strong>de</strong> mantener el equilibrio, pues <strong>la</strong> cesta amenazaba con caer en<br />

cualquier momento.<br />

«Solo huevos», dijo. Los huevos eran escasos y caros en <strong>la</strong> Bélgica ocupada por<br />

los nazis, incluso para los alemanes. Cuando se dio cuenta <strong>de</strong> que el oficial tenía los<br />

ojos c<strong>la</strong>vados en <strong>la</strong> cesta, vio su oportunidad y sacó algunos. «¿Le gustaría<br />

algunos?». Él se los quitó <strong>de</strong> <strong>la</strong> mano antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> el<strong>la</strong> impacientemente. Se<br />

www.lectu<strong>la</strong>ndia.com - Página 103

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