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Heroinas de la II Guerra Mundial - Kathryn J Atwood

Hubo otros muchos héroes en la Segunda Guerra Mundial cuyos nombres no son tan conocidos como los de los generales norteamericanos Patton y Eisenhower, pero cuyas valerosas acciones contribuyeron a ganar la guerra. Son las heroínas de la Segunda Guerra Mundial. Algunas de ellas ya eran famosas antes de la guerra y otras lo serían después, pero la mayoría eran mujeres corrientes. Peluqueras, relojeras, trabajadoras sociales, estudiantes universitarias, adolescentes y esposas, todas ellas mujeres muy distintas entre sí que solo tenían una cosa en común: la indignación hacia los actos de Hitler. Cada una de estas mujeres, procedentes de distintos países y actuando en distintas misiones, pudieron hacer realidad lo que con indignación tenían que ver día a día durante el tiempo que duró la contienda: Maria von Maltzan, la condesa que escondía judíos; Josephine Baker, la espía cantante; Hannie Schaft, el Símbolo de la Resistencia; Pearl Witherington, la correo que se convirtió en líder; Marlene Dietricht, la artista que convirtió en estandarte su lucha contra Hitler y su régimen… Relatos inspiradores de la vida de estas mujeres durante la II Guerra Mundial, algunas de ellas todavía en su adolescencia, cuyo coraje marcó una diferencia en los oscuros días de la guerra.

Hubo otros muchos héroes en la Segunda Guerra Mundial cuyos nombres no
son tan conocidos como los de los generales norteamericanos Patton y
Eisenhower, pero cuyas valerosas acciones contribuyeron a ganar la guerra.
Son las heroínas de la Segunda Guerra Mundial. Algunas de ellas ya eran
famosas antes de la guerra y otras lo serían después, pero la mayoría eran
mujeres corrientes. Peluqueras, relojeras, trabajadoras sociales, estudiantes
universitarias, adolescentes y esposas, todas ellas mujeres muy distintas
entre sí que solo tenían una cosa en común: la indignación hacia los actos de
Hitler. Cada una de estas mujeres, procedentes de distintos países y
actuando en distintas misiones, pudieron hacer realidad lo que con
indignación tenían que ver día a día durante el tiempo que duró la contienda:
Maria von Maltzan, la condesa que escondía judíos; Josephine Baker, la
espía cantante; Hannie Schaft, el Símbolo de la Resistencia; Pearl
Witherington, la correo que se convirtió en líder; Marlene Dietricht, la artista
que convirtió en estandarte su lucha contra Hitler y su régimen… Relatos
inspiradores de la vida de estas mujeres durante la II Guerra Mundial,
algunas de ellas todavía en su adolescencia, cuyo coraje marcó una
diferencia en los oscuros días de la guerra.

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Foto: Fernan<strong>de</strong> Keufgens durante <strong>la</strong> guerra.<br />

Girl in the Belgian Resistance: A Wakeeful Eye in the Un<strong>de</strong>rground<br />

por Fernan<strong>de</strong> K. Davis.<br />

FERNANDE KEUFGENS<br />

LA ADOLESCENTE DE VOZ AUDAZ<br />

LA JOVEN CAMINABA <strong>de</strong> <strong>la</strong> mano junto al chico <strong>de</strong> cinco años a través <strong>de</strong> los<br />

bosques <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Ar<strong>de</strong>nas, en el sur <strong>de</strong> Bélgica. Su <strong>de</strong>stino era el sanatorio para<br />

tuberculosos <strong>de</strong> Banneux. El pequeño iba allí, supuestamente, como paciente, y <strong>la</strong><br />

chica tenía un permiso falso <strong>de</strong> trabajo para el hospital en el bolsillo <strong>de</strong> sus<br />

pantalones. El<strong>la</strong> llevaba un pañuelo rojo con <strong>la</strong> ropa <strong>de</strong>l chico. Dentro <strong>de</strong>l montón <strong>de</strong><br />

ropa había escondido un paquete con carnés <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificación falsos que <strong>de</strong>bía ser<br />

entregado a <strong>la</strong>s monjas <strong>de</strong>l sanatorio. Las monjas tenían p<strong>la</strong>neado entregar los carnés<br />

a los espías ingleses que llegarían a <strong>la</strong>s inmediaciones esa misma noche.<br />

Cuando dob<strong>la</strong>ron una esquina, una hermosa pra<strong>de</strong>ra se abrió ante sus ojos. La<br />

chica estaba muy cansada. El<strong>la</strong> y el chico ya habían caminado juntos más <strong>de</strong> ocho<br />

kilómetros. El<strong>la</strong> sabía que él <strong>de</strong>bía estar aún más cansado que el<strong>la</strong>, pero no sentía con<br />

<strong>la</strong>s suficientes fuerzas como para cargar con él. Trató <strong>de</strong> distraerle y cantó todas <strong>la</strong>s<br />

canciones que un chico <strong>de</strong> su edad podía conocer. El pequeño se animó y pareció<br />

recuperar <strong>la</strong>s fuerzas con los cánticos.<br />

Cuando por fin vio el sanatorio a lo lejos, el<strong>la</strong> sintió un gran alivio.<br />

«Oui, cest ca!». (¡Sí, eso es!), dijo el pequeño, con todo el entusiasmo que pudo.<br />

De repente, dos agentes <strong>de</strong> <strong>la</strong> Gestapo aparecieron <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> una pi<strong>la</strong> <strong>de</strong> basura,<br />

apuntaron con sus armas a los viajeros y les gritaron en alemán: «¡Alto! ¡Tarjeta <strong>de</strong><br />

trabajo!».<br />

La chica recordó lo que su padre <strong>la</strong> había dicho cuando le contó que quería unirse<br />

a <strong>la</strong> Resistencia: «Nunca le muestres tu miedo a los enemigos [los alemanes]», le<br />

www.lectu<strong>la</strong>ndia.com - Página 106

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