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Heroinas de la II Guerra Mundial - Kathryn J Atwood

Hubo otros muchos héroes en la Segunda Guerra Mundial cuyos nombres no son tan conocidos como los de los generales norteamericanos Patton y Eisenhower, pero cuyas valerosas acciones contribuyeron a ganar la guerra. Son las heroínas de la Segunda Guerra Mundial. Algunas de ellas ya eran famosas antes de la guerra y otras lo serían después, pero la mayoría eran mujeres corrientes. Peluqueras, relojeras, trabajadoras sociales, estudiantes universitarias, adolescentes y esposas, todas ellas mujeres muy distintas entre sí que solo tenían una cosa en común: la indignación hacia los actos de Hitler. Cada una de estas mujeres, procedentes de distintos países y actuando en distintas misiones, pudieron hacer realidad lo que con indignación tenían que ver día a día durante el tiempo que duró la contienda: Maria von Maltzan, la condesa que escondía judíos; Josephine Baker, la espía cantante; Hannie Schaft, el Símbolo de la Resistencia; Pearl Witherington, la correo que se convirtió en líder; Marlene Dietricht, la artista que convirtió en estandarte su lucha contra Hitler y su régimen… Relatos inspiradores de la vida de estas mujeres durante la II Guerra Mundial, algunas de ellas todavía en su adolescencia, cuyo coraje marcó una diferencia en los oscuros días de la guerra.

Hubo otros muchos héroes en la Segunda Guerra Mundial cuyos nombres no
son tan conocidos como los de los generales norteamericanos Patton y
Eisenhower, pero cuyas valerosas acciones contribuyeron a ganar la guerra.
Son las heroínas de la Segunda Guerra Mundial. Algunas de ellas ya eran
famosas antes de la guerra y otras lo serían después, pero la mayoría eran
mujeres corrientes. Peluqueras, relojeras, trabajadoras sociales, estudiantes
universitarias, adolescentes y esposas, todas ellas mujeres muy distintas
entre sí que solo tenían una cosa en común: la indignación hacia los actos de
Hitler. Cada una de estas mujeres, procedentes de distintos países y
actuando en distintas misiones, pudieron hacer realidad lo que con
indignación tenían que ver día a día durante el tiempo que duró la contienda:
Maria von Maltzan, la condesa que escondía judíos; Josephine Baker, la
espía cantante; Hannie Schaft, el Símbolo de la Resistencia; Pearl
Witherington, la correo que se convirtió en líder; Marlene Dietricht, la artista
que convirtió en estandarte su lucha contra Hitler y su régimen… Relatos
inspiradores de la vida de estas mujeres durante la II Guerra Mundial,
algunas de ellas todavía en su adolescencia, cuyo coraje marcó una
diferencia en los oscuros días de la guerra.

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Cuando Corrie, Betsie y Casper ten Boom escucharon <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong>l Primer<br />

Ministro por <strong>la</strong> radio, Corrie y Betsi eran mujeres <strong>de</strong> mediana edad que no se habían<br />

casado. Corrie tenía 48 años, y Betsie 54. Vivían con su padre en <strong>la</strong> ciudad <strong>de</strong><br />

Haarlem, encima <strong>de</strong> <strong>la</strong> tienda <strong>de</strong> relojes, en el mismo hogar en el que se habían criado<br />

y al que l<strong>la</strong>maban el Beje.<br />

En mitad <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> noche, se <strong>de</strong>mostró que Casper estaba en lo cierto. El cielo se<br />

iluminó con explosiones y <strong>de</strong>stellos <strong>de</strong> luz en <strong>la</strong>s primeras horas <strong>de</strong>l 10 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong><br />

1940. Durante los cinco días siguientes, mientras el ejército ho<strong>la</strong>ndés combatía contra<br />

los alemanes, los asustados vecinos acudían en manada hasta el Beje, y le pedían a<br />

Casper ten Boom que rezara por ellos, y encontraban fuerzas al hal<strong>la</strong>rse junto al<br />

hombre al que se referían como el Gran Hombre Viejo <strong>de</strong> Haarlem.<br />

Varios meses <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>la</strong> rendición ho<strong>la</strong>n<strong>de</strong>sa ante los alemanes, cuando los<br />

ho<strong>la</strong>n<strong>de</strong>ses <strong>de</strong> Haarlem casi se habían acostumbrado ya a los uniformes, tanques y<br />

camiones alemanes que había por todas partes, Corrie y Betsie vieron <strong>la</strong>s leyes que<br />

estaban siendo promulgadas contra los judíos. Los judíos <strong>de</strong>bían llevar una estrel<strong>la</strong><br />

amaril<strong>la</strong> y tenían prohibido pasear por los parques públicos y entrar en cualquier<br />

comercio que no fuera judío. Poco a poco, los judíos fueron <strong>de</strong>sapareciendo sin <strong>de</strong>jar<br />

rastro <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que los alemanes les reunieran. Un día que Corrie y su padre habían<br />

salido para dar un paseo vieron a un grupo <strong>de</strong> personas con <strong>la</strong> estrel<strong>la</strong> amaril<strong>la</strong> que<br />

estaban siendo obligados a subir a un camión negro por un numeroso grupo <strong>de</strong> nazis.<br />

«Padre, pobre gente», se <strong>la</strong>mentó Corrie.<br />

«Pobre gente», repitió Casper, según arrancó el camión y los alemanes se<br />

alejaron. Pero para sorpresa <strong>de</strong> Corrie, él no estaba mirando al camión lleno <strong>de</strong><br />

judíos, sino a los alemanes que se marchaban. «Se creen <strong>la</strong> niña <strong>de</strong> los ojos <strong>de</strong> Dios».<br />

Las creencias cristianas <strong>de</strong> los ten Boom eran muy conocidas en Haarlem. Esta<br />

<strong>de</strong>voción implicaba un profundo respeto hacia todos los judíos, y esto se extendió<br />

rápidamente entre <strong>la</strong> comunidad judía. Un día una mujer judía fue al Beje, en busca<br />

<strong>de</strong> ayuda. En ese momento, ya estaba prohibido ofrecer refugio a cualquier judío. La<br />

jefatura <strong>de</strong> policía estaba a media manzana <strong>de</strong> distancia, pero nada <strong>de</strong> eso importaba.<br />

Los ten Boom se apresuraron a meter a <strong>la</strong> mujer en casa y enseguida <strong>la</strong> hicieron parte<br />

<strong>de</strong> su familia.<br />

Después <strong>de</strong> que más judíos llegaran hasta el Beje, Corrie se dio cuenta <strong>de</strong> que<br />

necesitaba más cartil<strong>la</strong>s <strong>de</strong> racionamiento, que era el único medio legal por el que <strong>la</strong><br />

gente <strong>de</strong> los países ocupados por los nazis podían obtener alimentos. Un hombre<br />

l<strong>la</strong>mado Fred Koornstra le suministraba a Corrie cartil<strong>la</strong>s <strong>de</strong> racionamiento extra. Su<br />

hija, que era disminuida psíquica, había acudido a los servicios <strong>de</strong> Corrie en <strong>la</strong> iglesia<br />

durante 20 años y trabajaba en <strong>la</strong> Oficina <strong>de</strong> Alimentos don<strong>de</strong> se imprimían <strong>la</strong>s<br />

cartil<strong>la</strong>s. Corrie compartía estas cartil<strong>la</strong>s con otras personas que escondían a judíos o<br />

a otros refugiados, y el Beje no tardó en convertirse en el centro <strong>de</strong> una red <strong>de</strong><br />

miembros <strong>de</strong> <strong>la</strong> Resistencia que buscaban escon<strong>de</strong>r judíos.<br />

www.lectu<strong>la</strong>ndia.com - Página 89

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