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Arde la vida - Magali Tajes

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¡Alto ahí!

—Los soñadores—

No te das cuenta, pero andan por todos lados.

Cuando vas a una heladería y leyendo el cartel de los sabores te encontrás

con «Pistacho». ¿Pero qué es eso? ¡Pistacho! Hubo un hombre o una mujer

que convenció a alguien que ese debía ser un sabor en su heladería. Y otras

heladerías se contagiaron y lo quisieron. Y el pistacho anduvo muchos años

por todos lados, metido entre la frutilla a la crema y el dulce de leche

granizado. Escondido. Esperando. Queriendo disolverse en algún paladar

humano.

Me imagino la cara del conyugue cuando su pareja llegó con tamaña

propuesta: «Vamos a inventar el helado de Pistacho». «¿QUÉ?». «Sí, eso,

que vamos a hacer helado de Pistacho». «Pero ¿vos estás de la nuca?

¿Cómo vamos a vender un helado con el sabor de un fruto seco?». «Ah, hay

que confiar. Veremos».

Noches midiendo cuánta azúcar ponerle, cuántos pistachos resultarían

adecuados, cuánta leche, miel y yemas de huevo serían las que lo hagan

delicioso. Noches de desvelo, soñando pistacho. Eso hacen ellos, los

soñadores. Sueñan con los ojos abiertos.

No te das cuenta, pero andan por todos lados.

Son los que cumplen años y no se les nota, porque están llenos de vida.

Los que arriesgan un beso en un momento inesperado, en una cita que

tuvieron pánico de concretar. Los hinchas fanáticos de esos clubes de barrio

que nunca ganaron un título importante, los que dejan el trabajo que les

conviene por el que los apasiona. Los que se casan, los que se enamoran, los

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