Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
—Tu padre es una persona que podrías amenazar con clavarle un cuchillo
en el cuello y ni así te diría la verdad.
—¿Y por qué te casaste con él?
No recuerdo las razones de mi mamá. Tal vez fueron que era muy
divertido, o que ella no toleraba vivir más con mi abuela. Quizás que era
seductor, o por costumbre. A veces todavía me pregunto qué la llevó a
casarse con mi papá. Y otras creo que las personas muchas veces no saben
por qué se casan realmente.
No era un mal padre mi viejo. Pero sí era un tipo raro. Nunca sabías lo
que estaba pensando. Tenía un gran talento para ocultar cosas, para mentir,
para caerte bien y para hacer asado. Donde ibas, lo conocían. De puertas para
afuera era cautivador, gracioso, inteligente, sociable, solidario, incondicional.
De puertas para adentro era inestable, misterioso, injusto. Claro que a veces
tenía buenos gestos. Nos llevaba al colegio. Nos festejaba los cumpleaños.
Nos llevaba de vacaciones. Jugaba con nosotros. Nos hacía cosquillas. Nos
mostraba que hacer reír a la gente era un don. Un don inútil si uno es infeliz.
Había cosas que yo no entendía de mi papá, pero lo amaba. También lo
odiaba. Eso causaba él: Nunca te daba lo mismo.
Me decía «Carlitos» cuando quería hacerse el chistoso. «Carlitos, te la
pasas jugando al fútbol con los varones». «Carlitos, ¿qué nene va a gustar
de vos?». «Carlitos, a ver cuándo te peinás un poco». A mis doce años me
harté de su apodo y decidí no jugar más a la pelota.
«Maga, ¿querés venir a jugar con nosotros a las tres?». «No». «Pero hay
un partido rebueno, y nos falta uno». «Bueno, pero yo no soy un varón».
«No, ya sé, pero sos la única chica que juega bien». «No puedo». «¿Y más
tarde podés?». «No, no voy a jugar más al fútbol». «¿Eh? ¿Por qué?».
«Porque las chicas no juegan al fútbol, Matías. Chau».
Ese verano lo pasamos en una quinta en Ezeiza. Mis hermanos llevaron
una pelota y no la toqué. «¿Qué pasa que no jugás, hija?». «Nada». «Dale,
¿qué pasa?». «Colgué los botines». Mi viejo se rio. «¿No vas a jugar más,
Carlitos?». «No me digas Carlitos nunca más».
El siguiente verano lo pasamos en Santa Teresita. Diciembre. Enero.
Febrero. «¿Cuándo vamos a volver, papá?». «Más adelante». «Pero esto ya
es un embole, ¡hace tres meses que estamos acá!». «Bueno, pero está linda la