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Arde la vida - Magali Tajes

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de Padua. «Laurita, vas a ser Jazmín. Facundo, vas a ser Aladdín. Magalí,

vas a hacer de agua». ¿Qué? ¿Cómo de agua? Sí, de agua. Llegué a mi casa y

le conté a mi mamá. Se cagó de risa diez minutos.

Yo ensayé roja de la bronca cada parte actoral de mi personaje.

Básicamente consistía en estar acostada en el suelo, y no moverme. Era agua

de un lago. Ni siquiera un mar para hacer una ola con las manos. Miraba al

niño árbol y le tenía envidia. Por lo menos él podía estirar los brazos y tenía

un disfraz. Yo tenía seis porras plateadas enganchadas a la ropa.

Hablaba con una de mis compañeras agua (por suerte éramos como cinco

para hacer el lago) y la cuestionaba: «¿Por qué a Laurita siempre le tocan los

mejores personajes? ¡Nunca un personaje secundario! La maestra hace

diferencias». Ella me miraba con cara de: Se me perdió la plasticola, y no me

sale dividir por dos cifras. No tengo tiempo de pensar en categorías estéticas

y mucho menos sociales.

Llegó el día del estreno y mi mamá llevó su cámara de rollo. «¡Sonreí,

Maga!». «No quiero». «Dale, sonreí. Mira como brillas». «Brillo porque las

cachiporras son plateadas». «Son porras, hija, no cachiporras. Sonreí que

vas a salir con cara de enojada. Mins, Yasmín está contenta y es agua

también». Yo la miro a Yasmín que tiene la cara de feliz cumpleaños más

grande del mundo y me quedo pensando. «Bueno, dale, mami, sonrío. Saca la

foto».

Todavía no superaba el trauma de la niña agua, cuando llegó el 12 de

Octubre. «Magalí, vas a ser indiecita». Tenía un rol protagónico y eso me

ponía contenta. Lástima que era la boluda a la que le sacaban el oro, la

libertad, y la vida mientras le invadían la tierra que nombraban como corno se

les antojaba. No me caía bien Colón, me parecía un ladrón y un mal elector

de peluquero. Nadie que se jactara de tener buen gusto, o en su defecto

amigos, podía tener ese lánguido look.

Mi mamá me llenó la cara de colores, consiguió la vincha con la pluma

más hermosa, y me contó que los españoles habían hecho una matanza. Que

el 12 de Octubre no era algo a celebrar y que tenía que estar feliz de ser

indiecita, porque formaba parte del bando de los buenos. Yo le pregunté si

podía hablar con mis compañeros para rebelarnos contra los españoles y me

dijo que no, que la obra tenía sus actos ya establecidos. Pero no es justo, me

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