Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
porque detestaba la rutina. Apenas aparecía la rutina, desaparecía yo. Él me
dijo que algún día eso iba a cambiar. Yo me quedé callada.
Vueltas y vueltas de la vida, terminamos haciendo juntos un viaje a
Europa. Padecimos los dos que él me quisiera como yo no lo quería. Mis
amigas me decían que estaba loca por decidir irme al otro lado del mapa con
Gabriel, después de todas las cosas que habíamos vivido y sobre todo de las
que no habíamos vivido. Pero yo pocas veces tomo decisiones cuerdas. Y
aposté sin pensar.
Gabriel y yo soñamos viajes diferentes y tal vez por cabeza dura, no lo
entendí. Yo asumí que la amistad estaba explícita y él se ilusionó con
cambiar la historia. Fue el viaje más triste de mi vida. Yo había elegido ir al
viejo continente en ese momento porque me había enamorado de una
española, y él porque estaba enamorado de mí. Terminamos los dos, cada uno
con su desamor, con el corazón destrozado.
Sin embargo, no todo fue triste. Recorrimos París, Londres, Brujas,
Roma, Benevento, Madrid y Barcelona. En nuestro vínculo lleno de
malentendidos y tropezones, también hubo aciertos y abrazos. Hablamos con
muchos extraños, le robamos un poquito de shampoó a unas polacas,
comimos comida chatarra todo el mes, y conocí a su familia de Italia, que me
trató como si yo fuera una integrante más de su clan. La prima de Gaby me
preguntó una vez si éramos novios. Me reí y le contesté: No, somos amigos.
Amici, como le dicen los tanos. Ella comprendió.
Discutimos varias veces por tonterías con Gaby. Porque le gustaba
robarse vasos de los bares, porque me despertaba histérica, porque él se
acostaba desilusionado, porque estar tan lejos es difícil. Con los días nos
fuimos acostumbrando a nuestras manías. Empezamos a caer en que
estábamos recorriendo lugares inolvidables.
«Tenemos veinte años y estamos subidos al London Eye, ¿podés creer,
Ga? No, es impresionante. ¿Quién iba a decir esto de una chica de Pompeya
y un pibe de Avellaneda, eh?». «Mira ese señor, tiene como sesenta años más
que nosotros, Maga. Y quizás es la primera vez que pisa Londres». «Sí,
reloco. Ojalá esta no sea la última vez que venimos… Aunque ni en pedo
vuelvo con vos». «Yo tampoco con vos, quedate tranquila». «Che, que soy
bastante divertida». «Sos una pesada». «Y vos te estás quedando pelado».