Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
consultando. ¿Vos querés mejorar? Usá zapatillas. No podés actuar con tacos
de diez centímetros, es incómodo.
Yo protesté un rato más, pero el lunes siguiente me compré las benditas
zapatillas. Les pasé los cordones y me las puse. Empecé a caminar y no lo
podía creer. Era mágico. Los pies iban solos por el asfalto, como si pudieran
prescindir de mi voluntad. Casi sin darme cuenta, empecé a correr. No podía
frenar. Corrí tres cuadras, riéndome. ¿Cómo me había privado tanto tiempo
de esa libertad?
Cuando se lo conté a Flor, sonrió. Entonces dijo: Baila. No, no, no. A mí
me gusta bailar, pero soy horrible bailando cuando alguien me mira. Está
bien, bailá. No, o sea… No. Flor, por favor. Otra cosa, lo que quieras. Dale,
animate, Maga, no pasa nada. Sí que pasa, te juro que no puedo bailar si me
están mirando. Flor se quedó callada, todavía con su sonrisa y esperó. Yo
puse una canción en mi celular, muerta de la vergüenza, y bailé.
Con el tiempo fui entendiendo y admirando su trabajo. Flor, además de
actriz y docente de teatro, era lectora de personas. Daba lo mismo que fueras
con tu más fuerte armadura, ella te desnudaba. No te pedía cosas
extravagantes, sino cosas en las que vos de sólo pensarlas temblabas de
miedo.
Un día hicimos un ejercicio de percepción. Había que cerrar los ojos.
Unas compañeras iban a poner una de sus manos en algún lugar de mi
cuerpo, sin tocarme, y yo tenía que adivinar dónde estaba esa mano. Flor iba
guiándome con la voz. Acerté varias veces. Otras no. Abrí los ojos, Maga, me
indicó después de unos minutos. Tenía su mano puesta en mi pecho. De todos
los lugares que elegimos, este fue el que nunca acertaste. ¿La garganta?, le
pregunté. Mis compañeras se rieron. ¡No, el corazón! Ah… Lo tengo tan
bloqueado que no le pego ni viéndote la mano. Nos reímos nosotras también.
Y pensé que quizás Flor no me conocía mucho, pero ya me había descifrado
el alma.
Asistí a sus clases algunos meses más. Una tarde me miré en el espejo, y
no me reconocí. Ya no tenía el pelo por la cintura, no usaba tacos, bailaba
hasta en el trabajo y me brillaban los ojos. Flor me había devuelto lo que
nunca me había animado a ser.
No sé qué hizo con muchos de mis miedos. Creo que logró que la nena