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Arde la vida - Magali Tajes

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hermanos. Porque yo me puedo morir»… «Todos nos podemos morir, mamá.

No te empieces a morir desde ahora». «¿Vos te vas a hacer los estudios,

Magalí?». «Sí, me los voy a hacer». «¿Cuándo?». «No sé». «¿Vas a rezar o

no?». «No me gusta rezar, vieja, vos sabés que yo no creo, te acompaño en lo

que quieras». «¿Podés rezarle a San expedito?». «Bueno, está bien. Si te

deja tranquila, le hablo».

Mi papá corta el teléfono. Le dice que no es como cuando mi abuela

falleció, que la medicina está más avanzada, y que no va a perder el pelo con

los rayos. Le dice que la van a dejar débil, que tal vez si se siente muy mal,

puede fumar marihuana. Mi mamá pone el grito en el cielo, le dice que ni en

pedo va a probar la marihuana a los 50 años. Y entonces me mira, y me

pregunta por qué estoy en casa, si tenía un show. Le digo que falta una hora,

que no voy a ir, que lo voy a llamar al organizador y le voy a pedir mil

disculpas. Me dice que vaya, que no tiene sentido que me quede, que quiere

estar sola. Insisto. No cede. Se va a su cuarto. Me quedo sentada en el

comedor. No sé cuánto tiempo miro la mesa sin pensar en nada, pensando

todo al mismo tiempo. Agarro las llaves, me voy al show.

Llego, estoy desorientada. No actué muchas veces, debe ser mi función

número siete. Caen de sorpresa compañeros de facultad. Empieza el

espectáculo. Les va mal a los dos primeros comediantes. Subo yo. Arranco a

decir el monólogo, pero estoy en otra. Es como si pudiera ver con detalle la

cara de cada persona del público. No están muy divertidos. Se ríen, algunos.

Digo qué difícil que debió ser para alguien que habla con la zeta escribir en

los dictados, si todas las palabras le suenan igual. Múzica, canzión, zonido,

zumbido, zilenziozo. Un pibe del público me dice «¡EH, YO HABLO CON LA

ZETA!». Su voz me deja estúpida como un viento fuerte. «¿Vos hablas con la

zeta?». «Zí». «Para, ¿en serio?». «Zí, zí». Sonrío, no sé dónde meterme, me

pregunto si me estará gastando, porque sesea al extremo. «Bueno… Peor si

fueras cordobés, también se te complicaría con las tildes, porque los

cordobeses hablan todo en esdrújula». Quiero salir de esa situación y de ese

chiste idiota con una improvisación, y me embarro el doble: «Mi novia es

cordobesa». Me señala a la mina que tiene al lado. Toda la mesa empieza a

gritar: «¡¡Uhhhh!!».

«Me estás jodiendo»… Me río. Actúo que me río, porque en realidad me

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