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Arde la vida - Magali Tajes

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amiga canta para el culo». «Sí, ja, ja, no sabía que cantaba tan mal. No

puedo creer lo que desafina y en un momento me escupió». «Ja, ja, sí». Yo

sigo haciendo chistes porque no quiero hablar, porque hablar es hablar de

separarse. Pero a las dos cuadras se me terminan los chistes. Y entonces me

dice que: «bueno, vos querías que nos juntemos, y yo te quiero decir que las

cosas ya no están como antes», y yo pienso ¿qué cómo cuándo?, pero le digo

que las cosas pueden volver a ser como antes. Y me dice que no, que ya está,

que no es lo mismo. Que me ama, pero que no funcionamos. Que estamos

discutiendo mucho, que necesita hacer cosas nuevas y que en su nueva vida

yo no entro. Como si yo fuera un mueble antiguo y roto en un departamento a

estrenar. Me duele lo que me dice pero no me sale resignarme, entonces digo

algo estúpido como «Yo no tengo problema con nada de lo que hagas,

podemos vernos menos, mucho menos, no sé. Una vez por semana, o una vez

cada dos semanas…». Y mientras se lo digo, me enredo con las palabras,

como si las palabras fueran independientes de mí. Como si ellas cuando yo

las pronuncio, me pudieran burlar. Como si se expulsaran errantes de mi

boca, decidieran no ser acertadas. Por simple diversión, para jugar conmigo.

Quiero encontrar palabras que conmuevan, que hagan que cambie de opinión,

que le den un recuerdo hermoso que haga que se arrepienta. Pero están

escondidas, amotinadas en algún lugar de mi cabeza, negándose a salir.

Porque esas palabras saben que ya no me ama. No quieren irse inútilmente. Y

las palabras torpes, que hasta ahora me estaban ayudando, se dan cuenta que

tampoco son útiles y se van. Me dejan muda. Y entonces, me doy cuenta, que

estoy llorando.

Un río de lágrimas en las mejillas, no puedo entender cómo no lo sentí

antes. Y entonces me dice: «pará, no nos separemos». «Sí, ya está». «No, no.

Pará. Tomémonos otro tiempo». Nos miramos. «Porque aparte yo quería ir

al Parque de la Costa con vos el domingo»…

Me dice eso y las palabras en mi cabeza enloquecen. ¿Me estás

cargando?, gritan. ¿Por qué no te vas a la concha de tu madre, egoísta?

¿Sabés cuánta Cindor te hace falta? No sé por qué se me viene la Cindor, son

pensamientos estúpidos que no puedo reprimir. Como cuando en los

velatorios pienso «Traigan el pan, que ya está el fiambre» o cuando esas

veces antes de dormir se me aparece Cannon eres mi colchón, cuando en ti

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