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134PADRES FUERTES, HIJAS FELICES<br />

buenas noches. Eso les hace sentirse queridas y seguras. Y la influencia de esos momentos puede<br />

durar toda una vida.<br />

Mary, que ahora tiene cuarenta y dos años, es madre de cuatro niños. Me dijo que desde<br />

donde guarda recuerdo y hasta que terminó los estudios, recuerda que su padre entraba todas<br />

las noches en su cuarto para darle las buenas noches.<br />

Su padre, Brett, era médico de familia en una ciudad pequeña, y Mary recuerda que el teléfono<br />

sonaba constantemente. Por lo general, él salía todas las noches de casa para atender a algún<br />

enfermo. Su madre lo esperaba durante horas, por la noche, para poder cenar con él. Me dijo<br />

Mary que lo echaba terriblemente de menos, pero que en el fondo admiraba el compromiso que él<br />

tenía con una profesión que consideraba noble. Se preocupaba mucho por sus pacientes. Pero<br />

ella siempre supo cuánto la quería, a ella y a toda la familia.<br />

—Sé por qué era algo tan especial para mí que viniera a darme las buenas noches —me dijo—. Yo<br />

no le veía tanto como hubiera querido, y aquellos pocos minutos que pasábamos juntos<br />

representaban un momento muy íntimo. Era solamente nuestro.<br />

Mary sigue diciéndome:<br />

—Algunas noches estaba a punto de quedarme dormida cuando se encendía la luz del pasillo<br />

y él entraba en mi dormitorio. Se acercaba con mucho cuidado y se sentaba en el borde de la<br />

cama. Como era muy grande, el borde se hundía y yo me iba hacia él. A veces se sentaba allí y<br />

hablábamos. Otras veces, si yo estaba demasiado cansada, me daba cuenta de que se ponía a<br />

rezar. El nunca rezaba en voz alta, lo hacía mentalmente. Me decía que daba gracias a Dios por<br />

mí, porque yo era un ser especial. Después, siempre se inclinaba para besarme antes de<br />

marcharse, susurrándome palabras al oído que se me hacían entonces un poco raras. Me<br />

decía: «Recuerda, Mary, tu noche de bodas. Será un momento muy especial, y tú también lo<br />

eres». No puede imaginarse cuánto bien me hizo aquello. Cuando estaba estudiando el<br />

bachillerato y después, en la facultad, conocí a diferentes chicos. Me preguntaba si ellos sentirían<br />

y se comportarían como mi padre. Si no fuera así, los apartaría de mi camino. Mi padre era un<br />

verdadero gigante a mis ojos. ¿Qué hice durante mis estudios con referencia al sexo? Puedo<br />

decirle que pensé mucho en eso. Y siempre que lo hacía, me

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