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SEA USTED EL HOMBRE QUE QUISIERA PARA MARIDO DE SU HIJA 173<br />
que ella «no era la única». La joven colgó el receptor sin saber qué hacer. Al<br />
principio, maldijo a su padre por haber contratado a alguien para que hiciese aquella<br />
llamada. Pero después comprendió que su padre jamás haría una cosa así, y que<br />
tampoco le mentiría hasta ese extremo. Pensó que seguramente la informante anónima<br />
estaba mintiendo. No quería llamar a su mejor amiga, porque ahora estaban un poco<br />
distanciadas, y tampoco quería llamar a su padre, porque se sentía humillada. Así pues,<br />
al día siguiente, sintiendo que el estómago le daba vueltas, contrató los servicios de un<br />
detective privado. Bastaron veinticuatro horas para que el detective le informase de que<br />
Jack tenía otros cuatro nombres. Tenía tres esposas, nunca había estudiado Derecho, y<br />
actualmente trabajaba como pasante de un gabinete jurídico. Tenía tres hijos, de<br />
distintas mujeres, y estaba buscado en otro estado por malversación de fondos en un<br />
bufete. De alguna forma se había procurado documentos falsos en los que constaba<br />
que había estudiado en una Facultad de Derecho muy importante, y que había<br />
conseguido la licenciatura.<br />
Alicia solamente tenía un sitio al que poder dirigirse. Hizo su llamada telefónica.<br />
—Papá —dijo, llorando quedamente—. ¿Puedes venir inmediatamente? Quiero decir,<br />
¿puedes venir esta misma noche?<br />
—Por supuesto, cariño. Pero, ¿qué pasa? ¿Necesitas dinero? ¿Te ha hecho daño<br />
alguien?<br />
El hombre no podía salir de su asombro.<br />
Cogió el coche y salió disparado hacia el apartamento de su hija, a la que encontró<br />
esperándole en la puerta. Ella estaba temblando. No quiso entrar en casa, porque Jack<br />
estaba allí. Al ver a su padre, hizo lo que hubiera hecho cualquier chica que tuviese una<br />
buena relación con él. Se echó a llorar. Había soportado ella sola toda la situación, y al<br />
ver salir del coche a su padre, se desmoronó. El la abrazó y dejó que llorase en sus<br />
brazos durante cinco minutos, sin poder decir una palabra.<br />
—Es Jack, papá. Tenías razón. Es un sinvergüenza y un ladrón. Y le tendió el informe<br />
proporcionado por el investigador privado. —Bueno, sólo podemos hacer una cosa.<br />
−¿Qué?