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83899389-Padres-Fuertes-Hijas-Felices

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SEA USTED EL HOMBRE QUE QUISIERA PARA MARIDO DE SU<br />

HIJA 181<br />

El hombre ya no pudo contenerse.<br />

—¿Te estás burlando de mí? ¿Ibas a dejar<br />

que un individuo al que acababas de conocer<br />

en un bar te trajese a casa?<br />

—Papá, no lo entiendes. Era un chico muy agradable. De verdad.<br />

(Advertencia para todos los padres: siempre que su hija le diga que un chico es «muy agradable»,<br />

significa que tiene una agradable sonrisa).<br />

—Creo que lo que más me molestó —me dijo Mike— fue que estas chicas no se dieran cuenta de<br />

lo que yo les estaba diciendo. No lograba convencerlas de por qué no deberían dejarse acompañar<br />

por unos muchachos «muy agradables» a los que habían conocido en un bar. Además, se habían<br />

saltado las normas que habíamos establecido. También descubrí que una de las chicas se había<br />

pasado toda la noche bailando y bebiendo con un individuo que estaba casado y de vacaciones con su<br />

mujer y sus hijos en nuestro mismo complejo turístico; y que le había dicho que era soltero y que<br />

estaba allí por negocios. Bebieron demasiado; no se preocuparon de ser personas responsables ni de<br />

tener en cuenta la hora de regreso. Y el mayor de los errores fue que incluso mi propia hija estaba<br />

dispuesta a que un extraño la llevase en su coche. ¿Qué hubiera pasado si yo no las hubiera<br />

seguido?<br />

La pregunta de Mike es muy corriente. Conocía muy bien a su hija y creía conocer también a sus<br />

amigas. Liz es una chica inteligente, estudiante de primer año de un centro Ivy League, y jamás se<br />

había metido en problemas. ¿Qué le pasó entonces? Pues, simplemente, que el hecho de que fuera<br />

una chica inteligente, responsable y estudiara en una magnífica universidad no había cambiado<br />

su desarrollo mental. Seguía teniendo el cerebro de una chica de diecinueve años y no el de una de<br />

veinticinco. Caminaba por la cuerda floja, entre la diversión y el desastre, y no podía darse cuenta<br />

de que se tambaleaba sobre el lado malo. Por suerte para ella, tenía un padre que confiaba en<br />

su instinto masculino para protegerla. Y haciendo caso a su instinto había podido salvar a su<br />

hija.<br />

¿Habrían pasado Liz y sus amigas aquella noche sin que les ocurriera nada? Puede que sí; pero<br />

también es posible que no. Mike no podía correr ese albur, e hizo muy bien en no hacerlo. Supo<br />

establecer el equilibrio justo entre confianza y protección.

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