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83899389-Padres-Fuertes-Hijas-Felices

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pastor, sacerdote o rabino. En eso carga<br />

usted con un peso extra sobre sus hombros.<br />

Y es una buena cosa.<br />

126 Christian Smith y Melinda Denton, op. cit., p. 75.<br />

204 PADRES FUERTES, HIJAS FELICES<br />

También debiera saber que los chicos respetan la tradición; y que sin ella, y sin su consejo, se<br />

dejarán llevar por la moda o por los caprichos. Por ejemplo, la nueva corriente que se ha<br />

establecido para los jóvenes es creer en algo que se llama «deísmo moralista-terapéutico». La idea<br />

es que Dios existe pero que no está involucrado en la vida de nadie. La meta de la vida es ser<br />

feliz y sentirse bien con uno mismo. Y cuando las personas mueren, se van al Cielo. 127<br />

Los jóvenes optan por esa «religión descafeinada» porque no han recibido de sus padres una<br />

buena dosis de lo que es la religión tradicional. Los hijos no pueden escoger si no les proporcionamos<br />

una correcta información religiosa; sin embargo, no les enseñamos a valorar la herencia<br />

judeocristiana, que ha servido de inspiración a algunas de las obras más bellas del arte, la<br />

música, la literatura y la filosofía universales. Esto es algo muy triste, porque hijos nos están diciendo<br />

que no sólo desean que les enseñemos los fundamentos del judaísmo y del cristianismo, sino<br />

también de la teología tradicional. Las investigaciones demuestran que a los adolescentes les gustan<br />

las tradiciones religiosas y las comunidades convencionales. 128 Esto tiene mucho sentido. Nuestros<br />

hijos prefieren lo familiar; y, como la mayoría de la gente, respetan y disfrutan con aquello que ha<br />

permanecido firme con el paso del tiempo. La práctica religiosa convencional proporciona a los<br />

muchachos un sentimiento de seguridad y de continuidad.<br />

Pero este tipo de instrucción no la van a obtener en los colegios públicos, ni tampoco a través<br />

de los medios de información. Y muchos padres dejan que los muchachos se instruyan por su<br />

cuenta. No abandone a su hija de este modo. Ella quiere saber quién es y cómo es Dios. Y quiere<br />

que sea usted el que se lo enseñe.<br />

Dijo San Agustín que en el corazón de todo hombre hay un vacío que sólo Dios puede llenar. La<br />

experiencia que tengo, a través de las chicas, confirma esta verdad. Muchas de ellas que no han<br />

recibido instrucción y comprensión de Dios se sienten desazonadas.<br />

Para poder ayudar a que su hija encuentre a Dios es necesario que usted actúe. Yo no aprendí<br />

medicina —y usted tampoco habrá aprendido su profesión— sólo en los libros. Hice prácticas en<br />

un<br />

127 Ibíd., p. 162.<br />

128 Ibíd., p. 27.

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