INTRODUCCIÓN FIGURA 2. Algarrobas en formación, racimo floral, y hojas de Prosopis alba Cáscara Carozo Pulpa Semilla FIGURA 3. Algarroba madura de Prosopis alba (aspecto interno) 4
1.2 Producción y cosecha de algarrobas INTRODUCCIÓN A partir del quinto año de vida, el Prosopis alba produce algarrobas. Fructifica entre los meses de diciembre y febrero. La producción de algarrobas es muy variable de árbol a árbol y de año en año. En buenos años, un árbol chico (15 cm de diámetro en el tronco) puede producir de 5 a 10 kg de algarrobas, y un árbol grande (40 cm de diámetro) 40 kg de algarrobas (Felker, 1999). La mayor producción de algarroba en el Chaco proviene de bosques que se han desarrollado de modo silvestre, a los que no se les ha dado ningún cuidado silvicultural, ni un manejo forestal adecuado. No existe ningún inventario forestal donde se pueda estimar la cantidad de Prosopis sp. El Instituto de Investigaciones Forestales y Agropecuarias del Gobierno de la Provincia del Chaco ejecutó un programa de forestación con Prosopis alba Griseb. La forestación en macizo, entre 1993 y 1998, alcanzó las 2184 hectáreas, con una densidad de 400 árboles por hectárea (Subsecretaría de Recursos Naturales y Medio Ambiente, 1999). Realizan la cosecha, manualmente, chicos y mujeres, y algunas veces toda la familia rural. El momento óptimo para la cosecha, es cuando las algarrobas alcanzan un grado de madurez tal, que el desprendimiento es espontáneo. La cosecha se hace por recolección de las algarrobas caídas en el suelo. Que la cosecha sea buena depende de varios factores, como las heladas tardías que afectan las flores produciéndose pocos frutos, o que estos sean dañados por las lluvias tempranas cuando están madurando en el árbol, o cuando ya maduros, en el suelo, llueve (Saravia, 1995). 1.3 Productos tradicionales derivados de la algarroba Los frutos de Prosopis se han usado como fuente de alimento, en casi todos los lugares donde existen estos árboles o arbustos (Cruz, 1999). Las vainas de muchas de las especies de Prosopis de América contienen un dulce y pulposo mesocarpio, y se han utilizado como alimento humano desde tiempos prehistóricos (Fagg y Stewart, 1994); de acuerdo con Felker (1981), ha sido la legumbre mucho más usada como fuente alimenticia. Restos de plantas en cuevas en el Valle Tehuacan en México muestran que vainas de mesquite (probablemente P. laevigata) fueron masticadas alrededor de 6500 a.C. (Smith, 1967); Felger (1977) cita evidencias de consumo prehistórico de P. glandulosa en el sudoeste de Texas y noreste de México (Tamaulipas). Las vainas de mesquite (Prosopis sp.) jugaron un importante rol en el desierto de Sonora en Norteamérica, donde las tribus indias hacían harina y masa con la pulpa secada o tostada de las vainas maduras. Una clase de torta durable se preparaba secando la masa en forma de bolas (Meyer, 1984; Simpson, 1977). Una pasta fermentada de semillas hervidas de P. africana, llamada “okpiye” se prepara en Nigeria (Achi, 1992). El uso de vainas de Prosopis para consumo humano data de tiempos lejanos. 5