Arte e Educação - Fundação Bienal do Mercosul

alumnos que hagan algo que consideren “arte” y
que con su producción organicen pequeñas
exposiciones en sus propias clases. Los niños
podían exponer cualquier cosa. La única condición
con la que tenían que cumplir era que ellos mismos
definieran lo que piensan que es arte y que
expusieran dentro de esa definición. Al armar estas
muestras, los alumnos se fueron entrenando
para definir “su” arte como algo claramente distinto
de lo que perciben como “no-arte”. Esto es
un ejercicio básico de curaduría, un pequeño
comienzo de curaduría artística. Con él comienzan
a entender qué es arte —no importa si bueno o
malo— y se van acercando al código.
El propósito de este simposio es discutir todos estos
problemas, cuestiones que van mucho más allá del
espectáculo artístico convencional y de su consumo.
Queremos con ello lograr una organización
mejor y más precisa de nuestras posiciones y nuestras
tareas. En esta Bienal, por lo tanto, consideramos
que el arte es primariamente comunicación y que
por ello tiene una didáctica implícita, una misión
educativa inextricablemente integrada. Arte y
Educación no son cosas distintas. Son
especificaciones distintas de una actividad común.
Es interesante que en las discusiones que
condujeron a la organización de este simposio
nunca hayamos logrado ponernos de acuerdo sobre
un título preciso. A veces lo hemos llamado
“Arte para la educación—Educación para el arte”.
Otras veces nos referimos a él como “Arte como
educación—Educación como arte”. Nunca hubo
discusión o discrepancia al respecto. Lo que pasó,
simplemente, es que no lo discutimos. Nadie se
molestó en corregir cuando se usaba una versión
o la otra.
Creo que aquí esta falta de voluntad de precisión
es sumamente sana. Debo confesar que ni siquiera
sé cual versión del título se imprimió en el programa
que anuncia este evento. Cuando escribí este
texto decidí, a propósito, no fijarme. Porque en
realidad, con esa imprecisión, lo que estamos
haciendo es dar validez a ambas nomenclaturas.
Parados en una de ella extrañamos la otra y tratamos
de incorporarla. Es en esa vacilación que completamos
el concepto. Si fijáramos un título en
forma absoluta sentiríamos que estamos fragmentando
el problema y que nos condenamos a ideas
parciales.
Este simposio, como todos los simposios, es un
lugar de presentación y de intercambio. No hay
nada de original en esto. Si hay alguna innovación
que podemos reclamar para este simposio, es
solamente que estamos comenzando a mezclar dos
grupos de especialistas cuya integración tradicionalmente
ha sido inexistente o, por lo menos,
inestable. Durante los treinta y dos años que trabajé
en mi último empleo universitario, el papel que
siempre se me asignó fue el de excéntrico. Para
bien o para mal, yo era visto como alguien que se
entretenía en agregar vinagre a la sopa con “ideas
raras e imprácticas”. Se me toleraba por ser artista
pero no era aceptado como un intelectual normal
y lógico.
En este simposio queremos combinar los
excéntricos con los normales, queremos eliminar
las diferencias para lograr un trabajo en común.
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