Arte e Educação - Fundação Bienal do Mercosul

tampoco exclusivamente en la llamada política de
representación (o sea, en cómo las cosas son mostradas,
en lo representado y en lo excluido), se produce
en la forma como los aristas imaginan que pueden
representar o “despresentar”, pensar o no pensar,
incluir o excluir, admirar o chocar, divertir o enseñar,
y así en más.
Una obra de arte puede ser vista también como un
nuevo modo de instituir, producir y proyectar otros
mundos y también como la posibilidad de autotransformación
del mundo: una
institucionalización que se produce por la
subjetividad en vez de (solamente) producir
subjetividad. Los modos como el arte es propuesto
y mediado siempre reflejan una visión de mundo:
una colección de cosas interconectadas, un discurso
y también una institucionalización de lo posible
y de lo imposible. Tenemos, entonces, que reconstruir
nuestras ideas al respecto de obras críticas y
afirmativas, considerando cuánto intentan instituir
su imaginario particular y también
fantasmagórico del mundo.
En términos de producción de exposiciones, no se
trata solamente de cambiar las instituciones, sino
de transformar el modo como instituimos; cambiar
la manera de instituir la subjetividad y la
imaginación. Esto puede ser realizado a través de la
alteración de formatos y narrativas, como ocurre
con el extrañamiento del espacio y la (re)escritura
de historias. O sea, esta transformación puede
ocurrir a través de proyectos deconstructivos y
también reconstructivos, y a través de la creación
de nuevos formatos, de replanear la estructura y la
exposición concomitantemente. Considerando el
análisis de Castoriadis sobre la sociedad auto-creada
que existe a través de las instituciones, podemos
proponer la imaginación de otro mundo, no sólo
describiéndolo por medio de la imaginación
fantasmagórica, sino a través de la institución de
nuevas formas de imaginar y de ser instituidos,
digamos así. Es necesario afirmar que otros mundos
son posibles: ofrecer otros imaginarios, nuevas
miradas y a partir de ello cambiar el mundo.
La noción de auto-institucionalización aquí es
crucial, no sólo como organización de la experiencia
común, evidente en algunos colectivos de artistas y
sus propuestas, sino también en el modo de
direccionamiento de trabajos que politizan la estética,
y no al contrario: cualquier estética “política”
es, además de un acto de representación que apoya
la política, un modo de direccionamiento que
politiza la estética. El imaginario, en el sentido de
articulación, naturalmente tiene que ver con los
procesos y las potencialidades de la producción estética
en sí: ofrecer nuevos imaginarios, nuevas perspectivas
y así cambiar el mundo. Una obra de arte
puede también ser vista como nuevas formas de
institucionalización, de producción y proyección
de otros mundos y la posibilidad de su autotransformación:
una institucionalización que es
producida a través de la subjetividad en lugar de
(solamente) producir subjetividad. Honestamente,
esto puede ofrecer nuevas y variadas perspectivas
sobre nuevos imaginarios. Como afirmó
Cornelius Castoriadis,
[La] supresión [de la sociedad actual] (la que
estamos objetivando porque la queremos y porque
sabemos que los otros la quieren también, no
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