Arte e Educação - Fundação Bienal do Mercosul

privado (la familia, la casa, la propiedad), el estado
(las instituciones, las leyes) y lo público (lo político y
lo cultural).
Históricamente, la institución del arte, el museo,
ha desempeñado el papel de esfera pública por
excelencia, un espacio para el pensamiento críticoracional
y para la (auto)representación de la clase
burguesa y sus valores. Como apropiadamente fue
descrito por Frazer Ward,
(…) el museo ha contribuido con la autorepresentación
y auto-afirmación de la razón, el
nuevo tema burgués. Pero, precisamente, esta idea,
esta “identidad ficticia” de propiedad, de propietario
y de ser humano, pura y simple, fue en sí un proceso
interconectado de auto-representación y de autoafirmación.
Esto significa que el museo era
íntimamente restricto a su auto-representación cultural
como público 1 .
De este modo, la propia producción de exposiciones
se ha relacionado íntimamente con los ideales
iluministas y sus estrategias disciplinarias, no como
contradicción o dialéctica, sino como un
movimiento simultáneo en la producción del
“nuevo” concepto burgués de razón, en la Europa
del siglo XIX. La producción de exposiciones marcó
no solamente la exhibición y la división del
conocimiento, del poder y de la espetacularización,
sino que también produjo un público. Cuando las
colecciones de museos se hicieron públicas y las
exposiciones temporarias pasaron a ser presentadas
en salones, un público específico fue imaginado y
configurado. Lo que hoy llamamos curaduría, que
corresponde a la organización de muestras y públi-
cos, tuvo como efecto la constitución de esos sujetos
y objetos.
La colección y exhibición de objetos y artefactos de
acuerdo con ciertas técnicas curatoriales
representaron no sólo el registro de historias
coloniales y nacionales específicas, sino, principalmente,
la circulación de ciertos valores e ideales. La
clase burguesa emergente al mismo tiempo se
posicionó y se evaluó, ampliando su visión de
mundo en relación a los objetos (cosas presentes en
el mundo de manera histórica y presencial) y en
relación al propio mundo. Esa mirada dominante,
lo hegemónico, no debería ser visto o idealizado,
nada más como una sentencia máxima o dictatorial,
sino a través de un abordaje racionalista, a través de
la razón. La clase burguesa intentó universalizar sus
puntos de vista a través del argumento racional, en
vez de utilizar decretos. El museo burgués, con sus
técnicas curatoriales, pasó a expresar su poder no
solamente a través de la disciplina, sino que también
precisó valerse de un abordaje pedagógico y educacional
presente en las articulaciones de las obras
de arte, en los modelos de exposición de objetos, en
la disposición espacial y en la arquitectura global.
El museo tuvo que situar un sujeto observador que
no solamente se sintiera subyugado al conocimiento,
sino que fuera también representado por él a través
de la técnica curatorial. Para que el modo de
direccionamiento fuera efectivamente constituido
por sus sujetos, la exposición y el museo deberían,
al mismo tiempo, referir y representar.
Tony Bennett, teórico del área de la cultura, definió
hábilmente las técnicas discursivas y espaciales del
curador como “el complejo expositivo”, un medio
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