REVISTA EJÉRCITO Nº 848 NOVIEMBRE 2011 - Portal de Cultura ...

Expresidente de Tunez Ben-Alí
frente a transiciones hacia regímenes democráticos
(o eso es, al menos, lo que se pretende), tras
décadas de dictaduras autocráticas.
Si bien todo apunta a que las revueltas que
se iniciaron en Túnez han marcado el flujo de
los acontecimientos en el resto de países árabes,
podría decirse que en algunos de estos países
los sublevados contra los regímenes autocráticos
se han aprovechado precisamente de las manifestaciones
espontáneas y laicas de sociedades
como la tunecina, e incluso también la egipcia,
para perseguir objetivos que, en muchos casos
(y ahora se está vislumbrando en Libia) no están
del todo claros.
No obstante, conviene incidir en que en todas
estas sociedades (en unas más que en otras)
existía un denominador común para «prender»
la mecha de las revoluciones: el sentimiento de
hastío contra los gobernantes autocráticos que,
enriquecidos a costa de las miserias del pueblo,
llevaban décadas ejerciendo la represión contra
aquellos que no eran adeptos a su regímenes.
Esas desigualdades e injusticias sociales se vieron
acuciadas, antes de que estallasen las revueltas,
por coyunturas económicas desfavorables con
la juventud como protagonista (principalmente
en Túnez y Egipto). Una juventud con formación
universitaria en muchos casos que estaba haciendo
frente a altos índices de paro y que salió a la
calle para poner fin a esa situación.
TÚNEZ Y LOS «JAZMINES»
En el caso de Túnez, la denominada «revolución
de los jazmines» (el jazmín es una flor
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blanca emblemática de Túnez que simboliza la
pureza y la tolerancia) no se desencadenó única
y exclusivamente porque el joven de 26 años
Mohamed Bouazizi decidiera quemarse a lo bonzo
en su localidad natal, Sidi Bouziz, después de
que la Policía le desmantelase su pequeño puesto
de verduras y le pusiera mil y una objeciones
para que ejerciese la venta ambulante, su único
medio de subsistencia.
La acción desesperada de Bouazizi, el 17 de
diciembre de 2010, fue la gota que colmó el
vaso en una sociedad con graves problemas económicos
(a los que se sumó el encarecimiento
de productos básicos como el pan) y en la que
más de la mitad de la población eran jóvenes de
entre 26 y 28 años con estudios universitarios,
la mayor parte de ellos (un 60%) en paro. Sin
duda, el ejemplo de Bouazizi (que murió el 4
de enero por las graves quemaduras que sufrió)
les animó a luchar y a reivindicar sus derechos,
unos derechos considerablemente mermados por
el abuso de poder del presidente Ben Alí (que
gobernó Túnez durante 23 años).
Al calentamiento de los ánimos contribuyeron,
además, los documentos secretos del Departamento
de Estado de Estados Unidos filtrados
por Wikileaks y difundidos en noviembre de
2010 por cinco medios internacionales: El País,
Le Monde, The Guardian, The New York Times y
Der Spiegel. En ellos se desvelaba la corrupción
de la familia presidencial, a la que describían
como una «cuasi mafia», incidiendo especialmente
en la esposa del presidente, Leila Ben Alí,
quien, según las filtraciones, hacía y deshacía a
su antojo.
Y es que en Túnez, con un crecimiento económico
anual por encima del 5% gracias al turismo,
no debían darse los problemas económicos que
había en el momento de iniciarse las revueltas.
Por ello, la sociedad tunecina (inspirada por los
jóvenes) tomó como adalid de su lucha la muerte
de Bouazizi y consiguió un hecho histórico: por
primera vez una revolución laica y popular derrocaba
a un gobernante autocrático de un país árabe
con el objetivo de conseguir mejoras sociales y
una mayor igualdad para todos los tunecinos.
FIN DEL FARAÓN MUBARAK
El efecto contagio de la revolución en Túnez
pronto se dejó sentir en Egipto. Los medios de co-