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Brindis con Witold - Ministerio de Educación

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CREACIÓN LITERARIA<br />

<strong>de</strong> días y días <strong>de</strong> hablar <strong>con</strong> gente, el investigador<br />

<strong>de</strong>cidió hacer a un lado sus dossiers y, casi como<br />

disciplina, se dispuso a salir “a tomar la noche porteña”<br />

–como él se dijo esbozando una sonrisa.<br />

Edgardo nunca fue hombre <strong>de</strong> soleda<strong>de</strong>s y<br />

menos para divertirse, así que antes <strong>de</strong> salir a “la<br />

toma <strong>de</strong> la noche porteña” llamó a un amigo<br />

diplomático, casualmente en puesto en Buenos<br />

Aires, Fernán Casasús-Garmendia, <strong>con</strong>ocido <strong>de</strong><br />

muchos años atrás <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que ambos, estudiantes<br />

<strong>de</strong> “izquierda” trataban <strong>de</strong> cambiar al mundo.<br />

Mientras esperaba le respondieran al teléfono,<br />

Edgardo recordó cuando los dos amigos tomaban<br />

el pelo <strong>con</strong> los riquísimos dobles sentidos, siempre<br />

<strong>de</strong> tema sexual, <strong>de</strong>l idioma español <strong>de</strong> sus países al<br />

resto <strong>de</strong> estudiantes latinoamericanos y españoles<br />

<strong>con</strong> los que alguna vez <strong>con</strong>vivieron en una beca<br />

<strong>de</strong>l extranjero. Se acordó también que los dos discutían<br />

acaloradamente la mejor manera <strong>de</strong> “cambiar<br />

el mundo”: Edgardo como el Che Guevara,<br />

<strong>de</strong>cidido a crear Viet Nams en cada país latinoamericano.<br />

Fernán, “mo<strong>de</strong>rado”, a favor <strong>de</strong>l<br />

“socialismo por las urnas”, el que años más tar<strong>de</strong><br />

ensayaría Allen<strong>de</strong> en Chile.<br />

No fue difícil <strong>con</strong>vencer a Fernán <strong>de</strong> salir <strong>de</strong><br />

juerga ese viernes en la noche y los dos amigos<br />

la emprendieron hacia San Telmo. Allí, mientras<br />

esperaban en un boliche que “calentara” el<br />

ambiente se trenzaron en largas <strong>con</strong>versaciones.<br />

Los insoslayables recuerdos primero, el “platónico”<br />

romance <strong>de</strong> Edgardo <strong>con</strong> la Generala <strong>de</strong>spués,<br />

y al final el tema que abrumaba a éste: la<br />

“Guerra sucia”.<br />

Edgardo <strong>con</strong>tó a su amigo <strong>de</strong> los horrores que<br />

iban <strong>de</strong>scubriendo, la increíble crueldad –<strong>de</strong>cía<br />

verda<strong>de</strong>ramente horrorizado– <strong>de</strong>l ser humano<br />

<strong>con</strong> otros hombres. Le dijo <strong>de</strong> su preocupación<br />

ante la dificultad <strong>de</strong> distinguir entre lo real y lo<br />

que es producto <strong>de</strong> obsesiones. De cómo le<br />

angustiaba no en<strong>con</strong>trar pruebas irrefutables,<br />

“en un camino minado”, para presentar en los<br />

tribunales a quienes claramente eran autores <strong>de</strong><br />

terribles atrocida<strong>de</strong>s.<br />

Fernán escuchó atento –escuchar era siempre<br />

una <strong>de</strong> sus virtu<strong>de</strong>s– los comentarios, la apasionada<br />

narración <strong>de</strong> Edgardo sobre hechos horribles<br />

<strong>con</strong>signados por Vacarezza, Gianetti y un cúmulo<br />

12 PARALELO50<br />

[ La Generala ]<br />

<strong>de</strong> informantes. Después le dijo: ten mucho cuidado,<br />

estás tocando temas sensibles, cargados <strong>de</strong><br />

odios, vivos, que no sólo involucran a muertos<br />

sino a gente viva, entre otros a militares.<br />

Edgardo reclamó festivamente a su amigo el<br />

seguir siendo tan pru<strong>de</strong>nte. Le dijo: no te comprometés,<br />

como en el pasado.Y Fernán respondió:<br />

ninguno <strong>de</strong> nuestros pasados nos dio la<br />

razón; el ensayo <strong>de</strong> Allen<strong>de</strong> en Chile fue una<br />

tragedia, pero también lo fue el “foquismo” <strong>de</strong>l<br />

Che y sus mil Viet Nams ilusorios en<br />

Latinoamérica.<br />

Por fin llegó la hora <strong>de</strong> la “fiesta” y los amigos se<br />

lanzaron a peregrinar por boliches <strong>de</strong> cantores<br />

tangueros, negros uruguayos <strong>de</strong> candombre y<br />

hasta un lastimero trovador ecuatoriano que lloraba<br />

boleros, los <strong>de</strong> los viejos tiempos <strong>de</strong> los dos<br />

amigos, cuando parran<strong>de</strong>aban en la Plaza<br />

Garibaldi <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> México o en antros<br />

como “A Tomar Belice” en Guatemala, don<strong>de</strong><br />

ya <strong>con</strong> muchas “inditas” –botellitas <strong>de</strong> ron o<br />

“guaro”– en el cuerpo, Fernán estuvo a punto<br />

<strong>de</strong> per<strong>de</strong>r la vida, por una discusión sobre<br />

Belice. Tiempos <strong>de</strong>l General Ydígoras Fuentes,<br />

allá a mediados <strong>de</strong> los sesentas.<br />

Cuando llegaron al “Viejo Almacén” traían<br />

muchos tragos encima. Y “mucho romanticismo”,<br />

como subrayaría Edgardo. De manera que<br />

las “quejas <strong>de</strong> bandoneón” <strong>de</strong> Baffa y el canto<br />

<strong>de</strong>sgarrado <strong>de</strong>l Polaco Goyeneche –ya en sus<br />

últimos tiempos– interpretando “Los mareados”,<br />

más los Gancia–Vodka terminaron <strong>de</strong><br />

encen<strong>de</strong>r las pasiones y la vena romántica <strong>de</strong> los<br />

amigos al comenzar el “tango danza” <strong>con</strong> el que<br />

culminaba la velada en el cabaret.<br />

El tango danza es un poema erótico, dijo<br />

Fernán, extasiado <strong>con</strong> la sensualidad <strong>de</strong>l baile, la<br />

precisión y temperamento <strong>de</strong> los artistas y sobre<br />

todo la belleza <strong>de</strong> las bailarinas. Los amigos se<br />

mantenían en silencio, hipnotizados mientras los<br />

bailarines paseaban su arte <strong>de</strong> tango a milonga.<br />

Hasta que hizo su aparición la pareja estelar y<br />

Edgardo sacudió a su amigo diciéndole: ella es<br />

idéntica a mi porteña, ¡la mi traída, vos!, casi<br />

gritó. Mirá qué cuerpo, las torneadas piernas<br />

que van y vienen, que dibujan la danza, que se<br />

enredan como serpientes en su pareja masculina;<br />

mirá, vos –Edgardo estaba eufórico– la figu-

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