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Pares cum Paribus Nº 4: Índice - Facultad de Ciencias Sociales ...

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quería. Recordó a Pedro con <strong>de</strong>leite. Sintió sus negros ojos, repitió sus palabras precisas y<br />

seguras. Deseó que sus manos fuertes la abrazaran con suavidad.<br />

Se habían conocido en el <strong>de</strong>spacho, el primer día en que empezó la huelga. Ella estaba<br />

comprando azúcar y él había ido a buscar a unos compañeros que se entretenían bebiendo<br />

cerveza. Apenas cambiaron unas pocas palabras, las suficientes para que Elba las<br />

recordara siempre. Después, él empezó a mero<strong>de</strong>ar por la cité a la hora en que ella<br />

terminaba el lavado. La acompañaba a ir <strong>de</strong> compras, era amable con los chiquillos <strong>de</strong> la<br />

madrina y prometió buscarle trabajo en una fábrica <strong>de</strong> tejidos. Así comenzaron las cosas.<br />

La fábrica <strong>de</strong> Pedro continuó en huelga, ella no pudo encontrar trabajo y cuando se<br />

confesaron amor, a pesar <strong>de</strong> la alegría <strong>de</strong>l momento, estuvieron un poco preocupados<br />

pensando en que quizá no les sería fácil encontrar un arreglo para vivir juntos: casados con<br />

todas las <strong>de</strong> la ley. Mientras tanto, los vecinos empezaron a comentar: "Harto <strong>de</strong>spierta su<br />

ahijadita <strong>de</strong>l Sur, ¿verdad, doña Gertrudis?" La madrina se portó bien. La <strong>de</strong>jó hacer, sin<br />

<strong>de</strong>cirle una palabra. En cambio el padrino refunfuñaba: "Mi casa es pobre pero honrada,<br />

no aguanto huainas con lacho". En vano doña Gertrudis lo hacía callar. Se <strong>de</strong>sataba<br />

hablando contra "estos futres letrados que han salido ahora, hablan mucho, hacen la<br />

huelga y, total, todo sigue lo mismo no más". Pero <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella nada <strong>de</strong>cía. Se limitaba<br />

a mirarla siguiendo sus movimientos con avi<strong>de</strong>z. Elba enrojecía bajo sus miradas,<br />

mordiendo sus labios, sin saber qué hacer. Las cosas no eran fáciles. Tal vez sería bueno<br />

seguir los consejos <strong>de</strong> la mayordoma: emplearse para servir en una casa. Pero Pedro no<br />

quería: "Eso es <strong>de</strong>jarse explotar por los ricos", aseguraba.<br />

La noche <strong>de</strong>l conventillo tenía algo <strong>de</strong> un mar en calma. Y esa calma era interrumpida por<br />

la borrachera <strong>de</strong>l maestro Manuel.<br />

Entra a trastrabillones por el patio, tropieza con la pileta y su boca escupe obscenida<strong>de</strong>s.<br />

De unos cuartos –seguramente el <strong>de</strong> los canutos– le hacen callar. De otro llega el llanto <strong>de</strong><br />

un chiquillo. Un perro ladra en la calle. Entonces el maestro Manuel se <strong>de</strong>tiene frente a la<br />

puerta <strong>de</strong> su cuarto y Elba se escon<strong>de</strong> atemorizada bajo las sábanas. La puerta no ce<strong>de</strong> a<br />

los intentos <strong>de</strong>l maestro Manuel. La patea con furia: "¡Puerta <strong>de</strong> mierda!"<br />

Des<strong>de</strong> el fondo <strong>de</strong> su sueño, doña Gertrudis, pregunta: –¿Llegó, m'hijito?<br />

El eructo es la respuesta. Luego un empujón a la mesa. El gato huye maullando. Doña<br />

Gertrudis <strong>de</strong>spierta:

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