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Pares cum Paribus Nº 4: Índice - Facultad de Ciencias Sociales ...

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temblorosa, mirando continuamente a su alre<strong>de</strong>dor.<br />

"Una mujer entrada en años se acercó a nosotros sonriente y hablando a gritos. "Pero Beatriz, ¿qué haces en este rincón? Hoy es tu<br />

día... Alfonso estará con tu padre, vamos a buscarle... peros ¡estás llorando!". Yo me había apartado a un lado, pero pronto comprobé que<br />

aquella mujer tampoco podía verme y permanecí mudo observador <strong>de</strong> algo que empezaba a entristecerme sin saber por qué. Apenas oí a<br />

Beatriz respon<strong>de</strong>r. "Es sólo la emoción, se me pasará enseguida". Intentó sin lograrlo quitarle importancia. "Hoy no <strong>de</strong>bes llorar, tienes<br />

que estar muy bonita". Beatriz sonrió forzadamente y se limpió las lágrimas que la verborrea <strong>de</strong> la mujer<br />

había precipitado, al tiempo que sus ojos me miraron temerosos. La inoportuna mujer continuó hablando. "Bueno, te <strong>de</strong>jo para que te<br />

tranquilices, pero no tar<strong>de</strong>s. Ya sabes como es mi hijo". Y se alejó con una sonrisa bailándole en el rostro. Miré intensamente a la mujer<br />

llamada Beatriz, lloraba muy <strong>de</strong>spacio, haciendo esfuerzos por evitar las lagrimas. La cogí suavemente por los hombros, en un gesto<br />

protector, no quería verla triste.<br />

"Beatriz...", su nombre llenó mi boca como algo conocido, mis músculos sabían <strong>de</strong> sus sílabas, ella me miró y <strong>de</strong>scubrí en sus ojos un<br />

amor que no le había pedido, pero me sentí en aquel instante con <strong>de</strong>recho a poseerlo. Sin embargo las palabras que pronuncié fueron <strong>de</strong><br />

renuncia.<br />

"Yo no me llamo Fernando... no sé como he llegado hasta aquí, pero no <strong>de</strong>bes temer nada. Ahora me iré y todo será como <strong>de</strong>be ser".<br />

Intenté que mi voz fuera persuasiva, tranquilizadora, mis manos permanecieron sobre sus hombros unos segundos más, y entonces sin<br />

premeditarlo, sin pensar, me incliné y besé sus labios suavemente, apenas un roce. El beso <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida <strong>de</strong> un hermoso sueño.<br />

"Nos miramos unos instantes, en silencio, pero <strong>de</strong> repente sus ojos adquirieron una chispa <strong>de</strong> alarma al mirar por encima <strong>de</strong> mi hombro<br />

hacia el salón. Me volví para ver lo que le causaba aquel miedo y vi a un hombre joven que caminaba rápidamente hacia nosotros, pálido,<br />

con el rostro <strong>de</strong>sencajado por la ira. A dos pasos se <strong>de</strong>tuvo y buscó bajo su chaqueta, en su mano apareció una pistola y apuntó<br />

directamente a mi pecho. "¡Te juré que te mataría si volvías a verla!".<br />

"El grito furioso <strong>de</strong> él atrajo todas las miradas, Beatriz tenía los ojos muy abiertos y estaba muy pálida. No dijo nada, no se movió, el terror<br />

la había paralizado. Yo miraba aquel hombre enloquecido por los celos, dispuesto a <strong>cum</strong>plir su amenaza y no<br />

podía reaccionar, una parte <strong>de</strong> mí me <strong>de</strong>cía que aquello no era real, que sólo era una visión trastornada <strong>de</strong> mis sueños, pero también<br />

sentí un escalofrío recorrer mi espalda al ver aquella pistola apuntándome.<br />

"De repente todo se confundió ante mí, no oí el disparo, sólo sentí el cuerpo <strong>de</strong> Beatriz caer en mis brazos, <strong>de</strong>teniendo la bala que iba<br />

<strong>de</strong>stinada a mí. Me arrastró en su caída, el pecho se le cubrió rápidamente <strong>de</strong> sangre y la vida la abandonó en un suspiro. Sosteniendo su<br />

cuerpo levanté los ojos hacia el asesino y le vi quieto, con la pistola colgándole inerte <strong>de</strong> la mano, mirando sin odio, sin dolor, su rostro<br />

sólo expresaba un profundo estupor, confundidos todos sus sentimientos. Alfonso, el novio que se creía traicionado me había visto, él y<br />

Beatriz, la mujer cuyo cadáver yo sostenía, eran los únicos que podían explicar lo inexplicable. Se <strong>de</strong>jó ro<strong>de</strong>ar <strong>de</strong> la gente que había<br />

acudido presurosa al oír el disparo, manos solícitas se inclinaron a recoger el cuerpo <strong>de</strong> Beatriz, mientras otros miraban al asesino sin<br />

acabar <strong>de</strong> creer lo sucedido, gritos histéricos, sollozos, voces turbadas por la consternación se confundieron en mi cabeza... Me incorporé<br />

y retrocedí <strong>de</strong> espaldas hacia la salida, apenas era consciente <strong>de</strong> que ningún cuerpo se interponía en mi camino aunque todos los<br />

invitados estaban alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> nosotros. Sin saber cómo me encontré en la calle y caminé completamente <strong>de</strong>sorientado..."

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