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Memoria Seminario 1999-2000 - FedIcaria

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campo de intervención de la enseñanza crítica resulta limitado por varias razones. A pesar de que<br />

soy consciente de las reticencias que, sin duda, va a suscitar una afirmación en crudo de esta índole,<br />

acepto de antemano sus consecuencias y, sin más cosmética, me explico.<br />

En primer lugar, se quiera o no, conviene desprenderse del prejuicio de la “cuarta<br />

pared”, que, por lo general, predispone al docente a creer que lo que sucede en la enseñanza tiene un<br />

único escenario, las cuatro paredes del aula 50 .. No cabe duda que la terapia que proporciona, en<br />

algunos casos, la antropología escolar, debe tomarse como un buen antídoto contra la tendencia a<br />

legitimar construcciones interpretativas que operan sólo en un mundo cerrado como es el aula, al<br />

margen de la comprensión de la realidad en que esas cuatro paredes se edifican. Significa todo ello<br />

que la problematización del presente, la labor de desentrañar la ideología dominante que define<br />

como oficial y natural la imagen de la realidad a la que se nos somete, ha de ser un empeño que<br />

trasciende el campo de la enseñanza y nos remite al de la sociedad de la que aquélla forma parte. En<br />

este proceso de traslado cobra especial validez la sugerente y esperanzadora defensa de Giroux de<br />

“los profesores como intelectuales”. Sugerente, porque como intelectuales críticos se debe intervenir<br />

en desmontar la “falsa conciencia” que impera en el sistema. Y esperanzadora, porque como<br />

profesores críticos nuestra labor en el aula se traduce en una aportación específica a la demolición<br />

global. Pero bien entendido que sin la primera, la segunda resulta muy limitada.<br />

En segundo lugar y por consiguiente, la categoría analítica de la teoría de las<br />

necesidades humanas se entiende que ha de aplicarse a corregir las desigualdades que el sistema<br />

interpreta como consubstanciales al mismo, reguladas y normalizadas a su entender, sin embargo, por<br />

la “mano invisible” del mercado que no permite la intervención contingente de los social. No<br />

obstante, la ilusión de las cuatro paredes participa, aunque con el carácter limitado al que me refería<br />

antes, haciendo patente en el aula la “carencia” de algo, esto es, la necesidad de que la enseñanza<br />

ilumine el subsuelo donde se nutre la desigualdad y aporte alternativas sustitutorias de las<br />

interpretaciones dominantes.<br />

Y en tercer lugar, para concluir, merece la pena volver a reflexionar sobre las<br />

correspondencias que se descubren en las relaciones entre el sistema educativo y el sistema<br />

productivo. No me refiero a las defendidas por la teoría del capital humano que identifica niveles<br />

educativos con capacidades productivas y ”legitima las desigualdades en la distribución de la<br />

renta”, sino a lo que, desde el “enfoque societal” francés 51 , se ha visto en el sistema educativo como<br />

“un potente medio para avanzar hacia una sociedad igualitaria”, entendida esta capacidad como la<br />

fuerza de una institución que participa en “el conjunto de las instituciones que modelan la vida social<br />

50 Sobre esa especie de ilusión que hace que el espectador coloque una cuarta pared entre él y la escena que<br />

contempla, véase Honorio M. VELASCO MAILLO y OTROS (ed.), “Introducción” (a la tercera parte), en Lectura<br />

de antropología para educadores, Trotta, Madrid, <strong>1999</strong>, p. 317.<br />

51 M. MAURICE, F. SELLIER y J.J. SILVESTRE, Política de Educación y Organización Industrial, Ministerio de<br />

Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1987.<br />

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