gallega
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El pan de Cea<br />
La fama de San Cristovo de Cea, un pequeño pueblo de la<br />
comarca de O Carballiño, situado al noroeste de la provincia<br />
de Ourense, se ha extendido merecidamente porque<br />
en esta villa de intemporal tradición tahonera se elabora<br />
uno de los mejores panes de España. El hecho de que a<br />
lo largo de los siglos y hasta la actualidad se haya perpetuado<br />
su método tradicional de elaboración, cuyos secretos<br />
se vienen transmitiendo de generación en generación<br />
desde tiempos inmemoriales, ha hecho posible que el pan<br />
de Cea sea uno de los dos únicos panes de nuestro país –<br />
el otro es el que se hace en Cruz (Ciudad Real)– amparado<br />
por la Indicación Geográfica Protegida europea (IGP).<br />
La primera noticia documentada de este pan data del siglo<br />
xiii, y se tiene constancia de la actividad panadera en<br />
esta villa durante los siglos posteriores. De hecho, por<br />
un censo que el marqués de la Ensenada ordenó hacer<br />
en 1752, se sabe que gran parte de los vecinos de San<br />
Cristovo de Cea eran panaderos en esa época, y que en<br />
la villa ya había entonces doce hornos –hoy existen unos<br />
ocho más–. Solo algo más tarde, en el siglo xix, el pan de<br />
Cea era famoso en toda Galicia.<br />
Se elabora con harina de trigo (que debe ser en un 75%<br />
cosechado en Galicia y molido en piedra con el método<br />
Pan de Cea cociéndose en el horno de piedra<br />
granítica y forma circular.<br />
tradicional), agua, sal y masa madre, para su fermentación,<br />
más una pequeña cantidad opcional de levadura<br />
prensada. Y el proceso de amasado consta de varias etapas,<br />
interrumpidas por tiempos ineludibles de reposo,<br />
marcados de modo estricto por las técnicas ancestrales<br />
de un laborioso proceso artesanal de la zona que los actuales<br />
panaderos de Cea siguen fielmente. Por último, la<br />
masa se cuece en hornos de piedra granítica y de forma<br />
circular (diseño típico de la comarca) que han sido previamente<br />
calentados con leña u otros materiales de origen<br />
vegetal para que el sabor del pan no se vea afectado.<br />
Ya sea en pieza o poia, de 1 y 1,2 kilos, o en media pieza o<br />
molete, de 0,5-0,6 kilos, este pan de excepcional calidad se<br />
ha convertido en un referente de la gastronomía <strong>gallega</strong> muy<br />
apreciado y, desde luego, en un reclamo turístico. Alargado<br />
y con los extremos redondeados, con una característica<br />
hendidura transversal en el centro, la fenda, que lo divide en<br />
dos partes iguales ensambladas, se caracteriza por su crujiente<br />
corteza de 0,5-1 centímetros de grosor –aunque este<br />
puede variar incluso en la misma pieza–, que es el perfecto<br />
«estuche», de color dorado unas veces y de un tono castaño<br />
oscuro otras, de una miga esponjosa a la vez que firme, con<br />
un intenso sabor a trigo, que hace las delicias de los amantes<br />
del pan. Como es pan del de verdad, conserva bien la humedad,<br />
de manera que no se pone duro como una piedra al<br />
día siguiente, ni tampoco queda reblandecido, como ocurre<br />
con la mayoría de las barras de pan hoy en día.<br />
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