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Elon-Musk-Ashlee-Vance

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lanzar el Modelo S a finales de 2009 o principios de 2010 y necesitaba que Fisker

trabajase deprisa. El diseñador tenía una reputación de amante de lo espectacular, y

había producido algunos de los diseños de automóviles más deslumbrantes en la

década anterior, no solo para Aston Martin sino también para versiones especiales de

vehículos de BMW y Mercedes-Benz.

Fisker tenía un estudio en Orange County (California), y Musk y otros ejecutivos

de Tesla se reunieron allí con él para repasar sus diversos enfoques del Modelo S. El

entusiasmo disminuía a cada visita. Los diseños de apariencia pesada de Fisker

desconcertaban al equipo de Tesla. «Algunos de los diseños iniciales parecían un

huevo gigante —cuenta Ron Lloyd, el entonces vicepresidente del proyecto

WhiteStar—. Eran horribles.» Cuando Musk retiró su propuesta, Fisker echó la culpa

a las limitaciones físicas que Tesla había impuesto para el Modelo S. «Dijo que no le

dejaban hacer un automóvil sexy», señala Lloyd. Fisker probó un par de enfoques

diferentes y mostró a Musk y su equipo algunos modelos en gomaespuma para que

los estudiasen. «Le decíamos todo el tiempo que no eran adecuados», recuerda Lloyd.

No mucho después de aquellas reuniones, Fisker puso en marcha su propia

empresa —Fisker Automotive— y en 2008 presentó el Fisker Karma, un modelo

híbrido. Era una berlina de lujo que parecía el tipo de auto que Batman usaría para

dar una vuelta los fines de semana. Con sus líneas alargadas y sus bordes marcados,

era un vehículo no solo impresionante, sino también muy original. «Pronto quedó

claro que había intentado hacernos la competencia», explica Lloyd. Cuando Musk

estudió la situación, descubrió que Fisker llevaba algún tiempo intentando vender su

idea de crear una empresa automovilística a varios inversores de Silicon Valley.

Kleiner Perkins Caufield & Byers, una de las firmas de capital riesgo más famosas

del lugar, tuvo la oportunidad de invertir en Tesla pero acabó echándose atrás y

apostando por Fisker. Aquello fue demasiado para Musk, que lo demandó en 2008

acusándolo de robar las ideas de Tesla y de utilizar para levantar su propia empresa

los 875.000 dólares que Tesla le había pagado por trabajar en el diseño. (Fisker acabó

ganando la demanda; el juez ordenó a Tesla que le reembolsara a Fisker los gastos

legales y descartó las alegaciones como carentes de base.)

Tesla había pensado crear un híbrido como el de Fisker, con un motor de gasolina

que serviría para recargar las baterías cuando se agotase la carga inicial. El auto sería

capaz de recorrer entre 80 y 130 kilómetros tras desenchufar las baterías del cargador,

y después aprovecharía las omnipresentes gasolineras para repostar siempre que fuera

necesario, lo que recargaría las baterías y eliminaría la preocupación por los límites

de la autonomía del vehículo. Los ingenieros de Tesla montaron un prototipo del

híbrido y realizaron todo tipo de análisis de costes y rendimientos. Al final llegaron a

la conclusión de que el híbrido exigía demasiadas concesiones. «Sería caro y su

rendimiento no sería tan bueno como el de un auto totalmente eléctrico —explica J.

B. Straubel—. Y habríamos tenido que crear un equipo para competir con todas las

empresas automovilísticas del mundo. Habríamos estado apostando contra todo

www.lectulandia.com - Página 182

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