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Elon-Musk-Ashlee-Vance

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Zip2. Se decidió a tantear los concesionarios de automóviles, que por lo general

gastan un montón de dinero en publicidad. Les habló de la web de Zip2,

www.totalinfo.com, y trató de convencerlos de que había mucha demanda para

obtener una dirección como www.totalinfo.​com/toyotaofsiliconvalley. La página

fallaba a veces o se cargaba muy lentamente, como era habitual en aquel entonces.

Eso le obligaba a convencer a los clientes del potencial de Zip2 a base de labia. «Un

día regresé con cerca de novecientos dólares en cheques —recuerda Mohr—. Entré

en la oficina y pregunté a los chicos qué querían que hiciera con el dinero. Elon dejó

de golpear el teclado, se asomó desde detrás del monitor y dijo: “No me puedo creer

que hayas ganado dinero”.»

Lo que sostuvo la moral de los empleados fueron las mejoras continuas que Musk

introdujo en el software de Zip2. El servicio había dejado de ser una demostración

para convertirse en un producto funcional que podía utilizarse y mostrarse a los

posibles clientes. Los hermanos Musk, siempre hábiles comerciantes, trataron de

hacer que su servicio pareciese más importante dándole una apariencia física

imponente. Musk construyó una enorme caja, metió dentro un ordenador y la acopló

a una base con ruedas. Cuando aparecían posibles inversores, Musk montaba un

espectáculo mostrándoles aquella enorme máquina para que pareciese que Zip2

funcionaba dentro de una mini supercomputadora. «A los inversores les parecía

impresionante», afirma Kimbal. Heilman recuerda que también les conquistaba la

servil devoción de Musk a la empresa. «Incluso entonces, cuando básicamente era un

estudiante universitario con espinillas, Elon estaba absolutamente convencido de que

aquello, fuera lo que fuera, tenía que hacerse, y que si no lo hacía perdería su

oportunidad —sostiene Heilman—. Creo que así era como se ganaba a los inversores

de riesgo: estaba dispuesto a jugarse el todo por el todo para crear aquella

plataforma.» De hecho, así se lo dijo el propio Musk a uno de aquellos inversores:

«Mi mentalidad es la de un samurái. Me haría el harakiri antes de darme por

vencido».

Cuando Zip2 estaba dando sus primeros pasos, Musk encontró a un importante

hombre de confianza capaz de atemperar algunos de aquellos impulsos. Greg Kouri,

un empresario canadiense de treinta y tantos años, había conocido a los Musk en

Toronto. Se subió enseguida al carro de la empresa. Una mañana, los hermanos se

presentaron en la puerta de su casa y le dijeron que iban a marcharse a California para

tratar de sacar adelante el negocio. Enfundado en su albornoz rojo, Kouri entró en su

casa, estuvo rebuscando durante un par de minutos y regresó con un fajo de 6.000

dólares. A principios de 1996, se trasladó a California y se unió a Zip2 como

cofundador.

Kouri, que se había dedicado al negocio de la venta inmobiliaria, tenía

experiencia empresarial y sabía calar a la gente, e hizo las veces de supervisión adulta

de Zip2. Tenía el don de calmar a Musk y terminó convirtiéndose en una especie de

mentor. «A veces, las personas sumamente inteligentes no entienden que no todo el

www.lectulandia.com - Página 48

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