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Elon-Musk-Ashlee-Vance

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pares. Jobs es otro director general que dirigió dos grandes empresas que cambiaron

sus industrias, Apple y Pixar. Pero ahí acaban las similitudes prácticas entre los dos.

Jobs dedicó mucha más energía a Apple que a Pixar, a diferencia de Musk, que ha

dedicado el mismo esfuerzo a Tesla y a SpaceX, a la vez que reservaba para

SolarCity cualquier resto de energía que le quedase. Jobs era famoso por su

legendaria atención a los detalles. Pero nadie, sin embargo, se atrevería a sugerir que

supervisaba las operaciones cotidianas de sus empresas con el mismo celo que Musk.

El enfoque de Musk tiene sus limitaciones. No es tan hábil con el marketing y la

estrategia aplicada a los medios de comunicación. No ensaya las presentaciones ni

pule los discursos. Improvisa la mayoría de los comunicados de Tesla y SpaceX. Es

capaz de dar una noticia realmente importante un viernes por la tarde, cuando es muy

probable que pase desapercibida porque los periodistas se han ido a casa a pasar el fin

de semana, simplemente porque en ese momento ha terminado de redactar el

comunicado de prensa o quiere empezar a trabajar en otra cosa. Jobs, en cambio,

trataba cada presentación y cada aparición en los medios como algo precioso. Musk

no puede permitirse el lujo de trabajar de ese modo. «No tengo días para practicar —

afirma—. Tengo que hablar improvisando, y los resultados pueden ser variables.»

En cuanto al detalle de que Musk esté guiando la industria tecnológica a nuevas

alturas, como Gates y Jobs, los opinadores profesionales no se ponen de acuerdo.

Para algunos, SolarCity, Tesla y SpaceX no constituyen realmente una gran esperanza

para una industria a la que le vendrían bien unas cuantas innovaciones exitosas. Para

otros, Musk es auténtico, la estrella más resplandeciente de una revolución

tecnológica que está a la vuelta de la esquina.

El economista Tyler Cowen —que en los últimos años ha conseguido cierta fama

por sus perspicaces artículos sobre el estado de la industria tecnológica y sus ideas

sobre su futuro— pertenece al primer grupo. En The Great Stagnation [«El gran

estancamiento»], Cowen lamenta la ausencia de grandes avances tecnológicos y la

ralentización de la economía estadounidense, situación que ha acarreado una bajada

de los salarios. «En sentido figurado, la economía estadounidense ha disfrutado de los

frutos que cuelgan de las ramas bajas como mínimo desde el siglo XVII, ya fueran

tierras gratis, gran cantidad de mano de obra inmigrante o nuevas tecnologías

poderosas —escribió—. Pero en los últimos cuarenta años, esos frutos se han

comenzado a agotar, y hemos empezado a fingir que aún siguen ahí. No hemos

comprendido que nos hallamos en una meseta tecnológica y que los árboles están más

desnudos de lo que nos gustaría creer. Ahí está el problema.»

En su siguiente obra, Se acabó la clase media, Cowen pronostica un futuro nada

romántico, en el que la brecha entre los que Tienen y los que No Tienen será enorme.

A su juicio, los grandes avances en inteligencia artificial tendrán como consecuencia

la desaparición de muchos empleos de alto nivel. Será un entorno propicio para

individuos brillantes capaces de complementar a las máquinas y de trabajar en equipo

con ellas. En cuanto a las masas desempleadas… Bueno, muchos acabarán

www.lectulandia.com - Página 228

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