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Elon-Musk-Ashlee-Vance

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fabricados por esas compañías dio paso a la decisión de fabricarlas directamente en

SpaceX. «Aunque contemos con la experiencia de otros proyectos de lanzaderas,

desde el Apolo hasta el X-34/Fastrac, SpaceX va a desarrollar con sus propios medios

todo el cohete Falcon desde cero, incluidos los motores, la turbobomba, el tanque

criogénico y el sistema de teledirección —anunció la empresa en su página web—.

Esta estrategia aumenta las dificultades y la inversión necesaria en el proyecto, pero

es la única manera de abaratar los costes de viajar al espacio.»

Los ejecutivos a los que Musk contrató formaban un equipo estelar. Mueller se

puso a trabajar de inmediato en la construcción de los dos motores, a los que dieron el

nombre de Merlín y Kestrel, dos tipos de halcones. Chris Thompson, exmarine que

había sido el responsable de la construcción de los cohetes Delta y Titán en Boeing,

era el vicepresidente de gestión de operaciones. Tim Buzza también venía de Boeing,

donde se había ganado la reputación de ser uno de los mejores profesionales del

planeta en pruebas de cohetes. Steve Johnson, que había trabajado en JPL y en dos

compañías espaciales comerciales, fue nombrado director de ingeniería mecánica. El

ingeniero aeroespacial Hans Koenigsmann se encargó del desarrollo de los sistemas

de aviónica, teledirección y control. Musk también reclutó a Gwynne Shotwell, una

veterana de la industria aeroespacial que empezó como la primera representante de

SpaceX y con el paso del tiempo se convirtió en la mano derecha de Musk y en la

presidenta de la empresa.

En aquellos primeros tiempos también llegó Mary Beth Brown, un personaje hoy

legendario en la historia de SpaceX y Tesla. Brown —o MB, como todo el mundo la

llamaba— se convirtió en la leal ayudante de Musk; la relación entre ambos

recordaba a la de Tony Stark y Pepper Potts en Iron Man. Musk trabajaba veinte

horas al día, exactamente como Brown. Con el paso de los años, Brown se encargó de

comprarle la comida, concertar sus citas de negocios, fijar las horas que pasaba con

sus hijos, elegirle la ropa, encargarse de atender a la prensa y, cuando era necesario,

sacar a Musk de las reuniones para que su agenda no se descabalara. No solo se acabó

convirtiendo en el único puente entre Musk y todos sus intereses, sino también en un

activo de valor incalculable para los empleados de la compañía.

Brown desempeñó un papel crucial a la hora de forjar el estilo de trabajo que

presidió los primeros años de SpaceX. Prestaba atención a pequeños detalles, como

los cubos de basura rojos con diseño de nave espacial que había en el despacho, y

contribuía a que se respirarse un buen ambiente. Cuando se trataba de cuestiones

relacionadas directamente con Musk, Brown aportaba su firmeza y su sensatez. El

resto del tiempo lucía una amplia y cálida sonrisa y un encanto cautivador. «Siempre

andaba diciendo cosas como: “Oh, querido. ¿Cómo estás, querido?”», recuerda un

técnico de la empresa. Seleccionaba los correos más estrambóticos que recibía Musk

y los reenviaba con el título «El pirado de la semana» para que todo el mundo se

riera. En una de las mejores entregas de aquella serie, aparecía un dibujo hecho a

mano de una aeronave lunar con una mancha roja. La persona que había enviado la

www.lectulandia.com - Página 83

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