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Elon-Musk-Ashlee-Vance

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letra S— que han intentado alcanzar muchos de los objetivos originales de X.com.

Hay buenas razones para creer que si el consejo de administración de X.com

hubiera tenido un poco más de paciencia, habría logrado crear «un banco online para

gobernarlos a todos», que era lo que pretendía Musk. La historia ha demostrado que,

aunque sus objetivos pueden parecer absurdos cuando Musk los plantea, cree

firmemente en ellos y, si se le da tiempo suficiente, suele alcanzarlos. «Siempre parte

de una perspectiva de la realidad que no se parece a la nuestra —afirma Ankenbrandt

—. Es diferente a los demás.»

Mientras hacía frente a los problemas de Zip2 y PayPal, Musk encontró unos

instantes de tranquilidad en su vida personal. Se había pasado años cortejando a

distancia a Justine Wilson, a la que a veces invitaba a vuelos para verse los fines de

semana. Durante mucho tiempo, sus horarios descabellados y la presencia de sus

compañeros de piso habían sido un obstáculo para la relación. Pero la venta de Zip2

permitió a Musk comprarse un piso propio y prestar más atención a Justine. Tenían

momentos mejores y peores, como cualquier pareja, pero la pasión del amor juvenil

seguía intacta. «Discutíamos mucho, pero cuando no estábamos peleando había entre

nosotros una gran ternura, un vínculo», recuerda Justine. La pareja llevaba varios días

discutiendo porque a Justine la seguía llamando un antiguo novio —«A Elon no le

hacía ninguna gracia»— y tuvieron una trifulca tremenda cerca de las oficinas de

X.com. «Recuerdo que pensé que todo aquello resultaba muy exagerado, y si iba a

tener que aguantarlo, tanto daba que nos casásemos. Le dije que me pidiera que me

casara con él», recuerda Justine. Musk necesitó unos minutos para calmarse, pero

acto seguido le pidió matrimonio allí mismo. Al cabo de unos días, un Musk más

caballeroso volvió a la acera, hincó una rodilla en el suelo y le ofreció un anillo a

Justine.

Ella conocía bien la desdichada infancia de Musk y el intenso abanico de sus

emociones. El romanticismo de Justine la llevó a pasar por alto cualquier inquietud

que pudiera albergar sobre esos aspectos de la historia y del carácter de Musk y a

centrarse en su fortaleza. Musk solía hablar con admiración de Alejandro Magno, y

Justine lo veía como su héroe conquistador. «No tenía miedo de las responsabilidades

—recuerda Justine—. No huía de las cosas. Quería casarse y tener hijos enseguida.»

Además, Musk transmitía un aplomo y una pasión que la llevaron a creer que serían

felices juntos. «El dinero no es lo que le motiva, y, francamente, creo que es algo que

le viene dado —opina Justine—. Está ahí, sin más. Sabe que puede ganarlo.»

En el banquete de boda, Justine descubrió la otra cara de su héroe conquistador.

Musk estrechó a Justine contra sí mientras bailaban y le dijo: «En esta relación

mando yo [4] ». Al cabo de dos meses, Justine firmó un acuerdo posnupcial, algo que

más adelante lamentaría, y dio comienzo una incesante lucha de poder. Unos años

después escribió un artículo para la revista Marie Claire en el que describía la

situación: «No paraba de repetirme todas las cosas en las que no daba la talla. Yo le

decía constantemente que era su mujer, no su empleada, y él me respondía con la

www.lectulandia.com - Página 67

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