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Elon-Musk-Ashlee-Vance

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sino el conjunto de la situación. ¿Por qué estábamos tan implicados en aquella parte

del mundo?» La nada sorprendente conclusión a la que O’Connell llegó: el petróleo.

Cuanto más descubría sobre la dependencia de Estados Unidos del petróleo

extranjero, más frustrado y descorazonado se sentía. «Mis clientes eran básicamente

los jefes, gente con poder en Latinoamérica y el Mando Central —explica—.

Mientras hablaba con ellos y estudiaba e investigaba, me di cuenta de que, incluso en

época de paz, dedicábamos gran cantidad de recursos a sostener el entramado

económico que rodeaba al petróleo.» O’Connell llegó a la conclusión de que lo único

razonable que podía hacer, por su país y por su hijo recién nacido, era alterar aquella

ecuación. Estudió la industria solar y la eólica, así como a los fabricantes

tradicionales de automóviles, pero no quedó convencido de que estuvieran haciendo

algo capaz de causar un impacto lo suficientemente radical en el statu quo. Un día,

leyendo Businessweek, tropezó con un artículo sobre una compañía emergente

llamada Tesla Motors y fue a la página web de la empresa, que la describía como un

lugar «donde, en lugar de dedicarnos a hablar de las cosas, las hacemos». «Les mandé

un correo electrónico donde mencionaba mis antecedentes en seguridad nacional y

que estaba realmente interesado en la reducción de nuestra dependencia del petróleo,

convencido de que al final todo aquello no sería más que letra muerta —recuerda

O’Connell—. Me respondieron al día siguiente.»

Musk contrató a O’Connell y lo mandó inmediatamente a Washington D.C. para

que empezase a averiguar qué créditos y devoluciones de impuestos podría conseguir

Tesla a cuenta de sus vehículos eléctricos. Al mismo tiempo, O’Connell preparó una

solicitud para obtener un paquete de incentivos del Departamento de Energía [5] . «Lo

único que sabía era que íbamos a necesitar un montón de dinero para levantar esta

empresa —explica—. Desde mi punto de vista, teníamos que explorar todas las

posibilidades.» Tesla buscaba entre cien y doscientos millones de dólares,

subestimando una barbaridad lo que se necesitaría para fabricar el Modelo S.

«Éramos ingenuos y estábamos dando nuestros primeros pasos», recuerda O’Connell.

En enero de 2009, Tesla ocupó la zona habitualmente usada por Porsche en el

salón del automóvil de Detroit; le salió barato porque muchas otras empresas se

habían apeado de la muestra. Fisker tenía un lujoso stand al otro lado del pasillo, con

suelo de madera y espectaculares azafatas rubias rodeando su automóvil. Tesla

exponía sin florituras el Roadster y su sistema de propulsión eléctrico.

La tecnología mostrada por los ingenieros de Tesla resultó ser lo suficientemente

buena para captar la atención de los peces gordos. Poco después del salón, Daimler

mostró cierto interés en descubrir qué aspecto tendría y qué impresión daría un

Mercedes Clase A eléctrico. Los directivos de Daimler dijeron que visitarían la

empresa al mes siguiente para hablar con detalle sobre la propuesta; los ingenieros de

Tesla decidieron dejarlos pasmados y construyeron dos prototipos antes de su visita.

Cuando los directivos de Daimler vieron lo que habían hecho, encargaron de

inmediato cuatro mil paquetes de baterías para fabricar una flotilla de vehículos de

www.lectulandia.com - Página 191

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