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Elon-Musk-Ashlee-Vance

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mostrar al público los logros de sus infatigables trabajadores y fomentar el interés por

SpaceX, así que decidió mostrar un prototipo del Falcon 1 en diciembre de 2003. La

empresa llevaría el Falcon 1, con sus siete pisos de altura, de gira por todo el país,

mediante una plataforma construida ex profeso, y lo dejaría, junto con la lanzadera

móvil de SpaceX, ante la sede de la Administración Federal de Aviación de

Washington. Además, daría una conferencia de prensa para dejar claro en Washington

que acababa de nacer un fabricante de cohetes más modernos, capaces y baratos.

A los ingenieros de SpaceX no les gustaba aquella campaña de marketing.

Trabajaban más de cien horas a la semana para construir el cohete que realmente

necesitaba la empresa. Musk quería que, además, fabricaran un falso cohete de

aspecto impecable. Se hizo regresar al equipo de Texas y se le asignó otro plazo

imposible para construir el artilugio. «A mí me parecía un despilfarro —dice Hollman

—. No servía para avanzar, pero Elon creía que nos ganaría el apoyo de gente

importante en la administración.»

Mientras construían el prototipo, Hollman experimentó todas las ventajas e

inconvenientes de trabajar para Musk. Había perdido las gafas hacía unas semanas,

cuando se le resbalaron y cayeron por un extractor de humo en la zona de pruebas de

Texas. Desde entonces, se las había apañado con un par de recambio [8] , que también

echó a perder cuando las rayó al intentar meterse bajo un motor. Sin tener siquiera un

momento libre para visitar al oftalmólogo, Hollman empezó a pensar que su salud

estaba en peligro. Las intensas horas de trabajo, las gafas, la copia publicitaria:

aquello era demasiado.

Una noche se desahogó en la fábrica, sin darse cuenta de que Musk estaba cerca y

lo oyó todo. Al cabo de dos horas, Mary Beth Brown se presentó con una cita para

ver a un especialista en cirugía ocular láser. Cuando Hollman fue a verlo, descubrió

que Musk pagaba la operación. «Elon puede ser muy exigente, pero se asegura de que

no haya nada que se interponga en tu camino», sostiene Hollman. Con el paso del

tiempo, también ha llegado a apreciar la estrategia a largo plazo que guiaba la

decisión de construir aquel prototipo y llevarlo a Washington. «Creo que pretendía

dar un toque de realismo a SpaceX, y si aparcas un cohete frente al jardín de alguien,

es difícil que niegue su existencia», dice Hollman.

El acontecimiento acabó por ser bien recibido en Washington, y apenas unas

semanas después, SpaceX hizo otro anuncio sorprendente. Aunque todavía no había

realizado ni un solo lanzamiento, reveló que tenía planes para la construcción de un

segundo cohete. Además del Falcon 1, construiría el Falcon 5. Como indicaba su

nombre, el cohete tendría cinco motores y transportaría más carga (unos 4.200 kilos)

para situarla en órbita terrestre baja. Lo más importante era que, en teoría, el Falcon 5

podía llegar a la Estación Espacial Internacional en misiones de reabastecimiento, lo

que abriría a SpaceX la posibilidad de conseguir grandes contratos con la NASA.

Además, en un guiño a la obsesión de Musk por la seguridad, se dijo que el cohete

sería capaz de completar sus misiones aunque fallaran tres de los cinco cohetes, un

www.lectulandia.com - Página 90

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