Primavera con una esquina rota - Mario Benedetti
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quince días tengo otra vez a alguien <strong>con</strong> quien compartir<br />
el espacio, digamos un compañero de habitación, y es<br />
muy buena gente, nos llevamos magníficamente Sin<br />
embargo, <strong>con</strong> él no me atrevo a hablar de mi nueva perspectiva,<br />
sencillamente porque él no la tiene, al menos<br />
por ahora, y si doy rienda suelta a mi euforia (siempre<br />
<strong>con</strong> la íntima e inevitable des<strong>con</strong>fianza de que yo padezca<br />
<strong>una</strong> optimitis aguda) temo provocar en él, así sea indirectamente,<br />
cierta desesperanza y cierta pena Todos<br />
somos generosos, por lo menos aquí hemos aprendido a<br />
serlo, sobre todo cuando queda atrás la primera etapa<br />
que suele ser egoísta, re<strong>con</strong>centrada, huraña, hasta<br />
hipo<strong>con</strong>dríaca; pero también la generosidad tiene fronteras,<br />
aledaños y colmos Recuerdo perfectamente que,<br />
hace poco más de un año, cuando salió J, yo mismo experimenté<br />
sentimientos en<strong>con</strong>trados Cómo no sentir<br />
alegría ante la realidad de que justamente él, que es un<br />
tipo excepcional, pudiera reunirse <strong>con</strong> su mujer y su madre<br />
y trabajar de nuevo y sentirse otra vez plenamente<br />
un ser humano Y sin embargo su ausencia también me<br />
desalentó, en primer término porque J es un tipazo para<br />
compartir <strong>con</strong> él las veinticuatro horas, y luego porque<br />
su ida me reveló el rigor y la tristeza de mi quedada Es<br />
curioso, pero el buen compañerismo no <strong>con</strong>siste siempre<br />
en hablar o escuchar, en <strong>con</strong>tarnos las vidas y las muertes,<br />
los amores y los desamores, en narrarnos novelas<br />
que leímos hace mucho y que ahora no tenemos a<br />
mano, en discutir sobre filosofía y sus suburbios, en sacar<br />
<strong>con</strong>clusiones de experiencias pasadas, en analizar y analizarnos<br />
ideológicamente, en intercambiar las respectivas<br />
infancias o, cuando se puede, en jugar al ajedrez El<br />
buen compañerismo <strong>con</strong>siste muchas veces en callar, en<br />
respetar el la<strong>con</strong>ismo del otro, en comprender que eso es<br />
lo que el otro necesita en esa precisa y oscura jornada, y<br />
entonces arroparlo <strong>con</strong> nuestro silencio, o dejar que él<br />
nos arrope <strong>con</strong> el suyo, pero, y este pero es fundamental,<br />
sin que ninguno de los dos lo pida ni lo exija, sino que el<br />
otro lo comprenda por sí mismo, en <strong>una</strong> espontánea soli-<br />
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