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Primavera con una esquina rota - Mario Benedetti

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Luego Graciela mueve su cuerpo semi incorporado a<br />

fin de enfrentarlo totalmente al dormido, y sin abandonar<br />

el archipiélago de pecas que cubre la palma, lo mira<br />

de arriba a abajo y viceversa, deteniéndose en puntos,<br />

rin<strong>con</strong>es, breves territorios, que en el curso de las últimas<br />

horas han ido ganando sus preferencias y turbando su<br />

brújula<br />

Y se demora por ejemplo en el hombro macizo que<br />

horas antes acarició <strong>con</strong> su oreja y su mejilla; y en el pecho<br />

sólo a medias velludo; y en el ombligo extraño,<br />

como de niño, que la mira como un ojo de asombro, movido<br />

indirectamente por el compás respiratorio; y en la<br />

cicatriz profunda de la cadera, esa que le hicieron en<br />

cierto cuartel que él nunca menciona; y en el vello desordenado<br />

y rojizo del triángulo inferior; y en el mágico<br />

sexo ahora en reposo después de tanta brega; y en los<br />

testículos desiguales porque el izquierdo nunca se ha recuperado<br />

y está como magullado y <strong>con</strong>traído después de<br />

tanta máquina en el cuartel sin nombre; y en las piernas<br />

bien labradas como el corredor de ochocientos <strong>con</strong> vallas<br />

que hace un tiempo fue; y en los pies toscos y grandes,<br />

de dedos largos y un poco torcidos y <strong>una</strong> uña a punto<br />

de encarnarse<br />

Graciela retira su palma de aquella orografía y acerca<br />

su boca a la otra boca En ese preciso instante, la del que<br />

acaso sueña esboza <strong>una</strong> sonrisa, y ella entonces decide<br />

alejarse para verla mejor, para imaginarla mejor, hasta<br />

que la sonrisa se cambia en un suspiro o resoplido o jadeo<br />

y se va esfumando hasta <strong>con</strong>vertirse otra vez en<br />

mera boca entreabierta Ella aleja la suya, de labios<br />

apretados<br />

Ahora se tiende de espaldas, <strong>con</strong> las manos bajo la<br />

nuca y mirando hacia el cielo raso Desde el exterior sigue<br />

penetrando el silencio y también la insistencia de los<br />

abejorros, pero ya no se escuchan las risas y los gritos<br />

del colegio mixto<br />

Ese colegio no es el de Beatriz ni tiene el mismo horario,<br />

pero Graciela alza un brazo hasta poder ver la hora<br />

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