Primavera con una esquina rota - Mario Benedetti
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la madre, y cómo la tiene fichada, y cómo le <strong>con</strong>oce las<br />
inexpugnabilidades y los puntos vulnerables Pero lo curioso<br />
es que lo dice sin vanidad, sin petulancia, más bien<br />
<strong>con</strong> un rigor casi científico Es claro que ese rigor se esfuma<br />
cuando empieza a hablar de Santiago Lo ha endiosado<br />
Hoy acribilló a Rolando, a tío Rolando (para ella<br />
todos los amigos y amigas de Graciela son tíos), preguntándole<br />
sobre el Penal, sobre cómo serían las celdas, sobre<br />
si será cierto que se ve el cielo (él dice que sí, pero<br />
ella, a lo mejor es para que Graciela y yo no lloremos) y<br />
por qué exactamente estaba preso si tanto Graciela<br />
como él, el tío Rolando, aseguraban que era tan bueno y<br />
quería tanto a su patria Y ahí se había callado un ratito<br />
para preguntarle después, <strong>con</strong> los ojos entrecerrados,<br />
<strong>con</strong>centrada en <strong>una</strong> preocupación que sin duda no era<br />
nueva, tío cuál es mi patria, la tuya ya sé que es Uruguay,<br />
pero yo digo en mi caso que vine chiquita de allá,<br />
eh, decime de veras, cuál es mi patria Y cuando decía<br />
mi se tocaba el pecho <strong>con</strong> el índice, y él había tenido que<br />
carraspear y hasta sonarse la nariz para darse tiempo y<br />
luego decirle que puede haber personas y sobre todo niños<br />
que tengan dos patrias, <strong>una</strong> titular y otra suplente,<br />
pero la gurisa a insistir cuál era entonces su patria titular<br />
y él eso está claro tu patria titular es Uruguay, y la gurisa<br />
a meter entonces el dedito en la llaga y por qué entonces<br />
no me acuerdo nada de mi patria titular y en cambio sé<br />
muchas cosas de mi patria suplente Y menos mal que<br />
justo ahí llegó Graciela y abrió la puerta (porque estaban<br />
esperando junto a la ventana y sin poder entrar) y fue a<br />
lavarse las manos y a peinarse un poco y le ordenó a<br />
Beatriz que también se lavara las manos y la gurisa que<br />
ya me las lavé al mediodía y Graciela montando en cólera<br />
y llevándola de un brazo hasta el lavabo <strong>con</strong> cierta<br />
brusquedad y/o impaciencia, y regresando agitada a<br />
donde estaba Rolando, sentado en la mecedora, mirándolo<br />
como si sólo ahora advirtiera su presencia y diciéndole<br />
hola <strong>con</strong> <strong>una</strong> voz cansada e indefensa que sólo<br />
lejanamente se parecía a la suya<br />
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