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todo <strong>el</strong> sentido <strong>de</strong> la vida. No es necesario <strong>de</strong>cir que <strong>el</strong> héroe no sería héroe si la muerte lo<br />
aterrorizara; la primera condición es la reconciliación con la tumba.<br />
“Mientras estaba sentado bajo la encina <strong>de</strong> Mamre, Abraham percibió un r<strong>el</strong>ámpago<br />
y olfateó un dulce olor, y volviéndose vio a la Muerte que llegaba hacia él en gran gloria y<br />
b<strong>el</strong>leza. Y la Muerte le dijo a Abraham: ‘No pienses, Abraham, que esta b<strong>el</strong>leza es mía o que<br />
así llego a todos los hombres. Mas si alguien es justo como tú, tomo [317] una corona y vengo<br />
a él, y si es pecador, llego entre gran corrupción, y con sus pecados hago una corona para mi<br />
cabeza, y los sacudo con un gran temor y <strong>el</strong>los quedan sobrecogidos’. Y Abraham le dijo: ‘¿Y<br />
eres tú <strong>el</strong> que se llama Muerte?’ Y contestó y dijo: ‘Yo soy <strong>el</strong> amargo nombre’, pero Abraham<br />
contestó: ‘No iré contigo.’ Y Abraham le dijo a la Muerte: ‘Muéstranos tu corrupción.’ Y la<br />
Muerte rev<strong>el</strong>ó su corrupción, y mostró dos cabezas; una tenía la faz <strong>de</strong> una serpiente y la otra<br />
era como una espada. Todos los sirvientes <strong>de</strong> Abraham murieron al mirar la faz terrible <strong>de</strong> la<br />
Muerte, pero Abraham oró al Señor y él los resucitó. Como los rostros <strong>de</strong> la Muerte no<br />
consiguieron que <strong>el</strong> alma <strong>de</strong> Abraham le abandonara, Dios tomó <strong>el</strong> alma <strong>de</strong> Abraham como<br />
en un sueño y <strong>el</strong> arcáng<strong>el</strong> Migu<strong>el</strong> la llevó al ci<strong>el</strong>o. Después, gran<strong>de</strong>s loas y alabanzas fueron<br />
dadas al Señor por los áng<strong>el</strong>es que trajeron <strong>el</strong> alma <strong>de</strong> Abraham, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que Abraham<br />
se inclinó a adorarlo, se oyó la voz <strong>de</strong> Dios, que dijo así: ‘Lleva a Mi amigo Abraham al<br />
Paraíso, don<strong>de</strong> están los tabernáculos <strong>de</strong> los justos, y <strong>las</strong> mansiones <strong>de</strong> mis santos Isaac y<br />
Jacob en su regazo, don<strong>de</strong> no hay dificulta<strong>de</strong>s, ni congojas, ni suspiros, sino paz y regocijo y<br />
vida eterna’.” 36<br />
Comparemos con <strong>el</strong> siguiente sueño: “Estaba en un puente y encontré un violinista<br />
ciego. Todos echaban monedas en su sombrero. Me acerqué y vi que <strong>el</strong> violinista no estaba<br />
ciego. Era bizco y me miraba <strong>de</strong> reojo. Repentinamente apareció una ancianita sentada a un<br />
lado d<strong>el</strong> camino. Estaba oscuro y yo tuve miedo. ’¿Adón<strong>de</strong> lleva este camino?’, pensé. Un<br />
joven campesino se acercó y me tomó <strong>de</strong> la mano. ‘¿Quieres venir a casa —me dijo— y tomar<br />
café?’ ‘¡Suéltame! ¡Aprietas <strong>de</strong>masiado!’, grité, y <strong>de</strong>sperté.” 37<br />
El héroe, que en su vida representa la perspectiva dual, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su muerte es<br />
todavía una imagen sintetizadora: como Carlomagno, duerme y sólo se levantará a la hora<br />
d<strong>el</strong> <strong>de</strong>stino, o sea, está entre nosotros bajo otra forma.<br />
Los aztecas hablaban <strong>de</strong> la serpiente emplumada, Quetzalcóatl, monarca <strong>de</strong> la<br />
antigua ciudad <strong>de</strong> Tollan en la [318] edad <strong>de</strong> oro <strong>de</strong> su prosperidad. Era maestro <strong>de</strong> <strong>las</strong> artes,<br />
inventor d<strong>el</strong> calendario y les había dado <strong>el</strong> maíz. Él y su gente fueron <strong>de</strong>rrotados al terminar<br />
su época por la magia más po<strong>de</strong>rosa <strong>de</strong> la raza invasora, la <strong>de</strong> los aztecas. Tezcatlipoca, <strong>el</strong><br />
héroe guerrero <strong>de</strong> la gente joven y <strong>de</strong> su era, arrasó la ciudad <strong>de</strong> Tollan; y la serpiente<br />
emplumada, rey <strong>de</strong> la edad <strong>de</strong> oro, quemó sus habitaciones, enterró sus tesoros en <strong>las</strong><br />
montañas, convirtió sus plantas <strong>de</strong> cacao en mezquites y or<strong>de</strong>nó a los pájaros multicolores,<br />
sus sirvientes, que huyeran d<strong>el</strong>ante <strong>de</strong> él, y partió con gran congoja. Cuando llegó a la ciudad<br />
llamada Cuautitlán, don<strong>de</strong> había un árbol alto y gran<strong>de</strong>, se acercó al árbol, se sentó <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong><br />
él y se miró en un espejo que le trajeron. “Soy viejo”, dijo, y <strong>el</strong> lugar fue llamado “Cuautitlán<br />
<strong>el</strong> Viejo”. En otro lugar d<strong>el</strong> camino se <strong>de</strong>tuvo a <strong>de</strong>scansar y al mirar en dirección a Tollan,<br />
lloró y sus lágrimas atravesaron una roca. Dejó en ese lugar la marca <strong>de</strong> <strong>las</strong> palmas <strong>de</strong> sus<br />
manos y <strong>de</strong> su cuerpo. Más tar<strong>de</strong> se encontró con un grupo <strong>de</strong> nigromantes que lo retaron y<br />
le prohibieron que avanzara hasta que les hubiera <strong>de</strong>jado <strong>el</strong> arte <strong>de</strong> trabajar la plata, la<br />
ma<strong>de</strong>ra y <strong>las</strong> plumas y <strong>el</strong> arte <strong>de</strong> la pintura. Cuando cruzó <strong>las</strong> montañas, todos sus sirvientes,<br />
que eran enanos y jorobados, murieron <strong>de</strong> frío. En otro lugar se encontró con su antagonista,<br />
Tezcatlipoca, que lo <strong>de</strong>rrotó en <strong>el</strong> juego <strong>de</strong> p<strong>el</strong>ota. En otro lugar apuntó con su flecha a un<br />
gran árbol <strong>de</strong> póchotl; como la flecha también era un árbol <strong>de</strong> póchotl completo, cuando la<br />
36 Ginzberg, op. cit., vol. I, pp. 305-306.<br />
37 Wilh<strong>el</strong>m Stek<strong>el</strong>, Die Sprache <strong>de</strong>s Traumes, sueño 421. La muerte aparece aquí, observa <strong>el</strong> doctor Stek<strong>el</strong>,<br />
con cuatro símbolos: <strong>el</strong> Viejo Violinista, <strong>el</strong> Bizco, la Vieja y <strong>el</strong> Joven Campesino (<strong>el</strong> campesino es quien<br />
siembra y cosecha).<br />
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