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campbell-joseph-el-heroe-de-las-mil-caras-241p

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sea cumplido y pienses hablarle otra vez <strong>de</strong> casorio a tu hijo, no lo hagas a so<strong>las</strong> con él, sino<br />

en presencia <strong>de</strong> toda la corte regia, d<strong>el</strong>ante <strong>de</strong> toda la asamblea <strong>de</strong> emires y visires, y no en<br />

secreto como hasta aquí hiciste.”<br />

Cuando llegó <strong>el</strong> momento, sin embargo, y <strong>el</strong> rey Shahramán [68] dio su mandato en<br />

presencia <strong>de</strong> la corte, <strong>el</strong> príncipe inclinó la cabeza un momento, luego la levantó en dirección<br />

a su padre y movido por locura juvenil y por ignorancia infantil, replicó: “Ya te he dicho,<br />

padre mío, que estoy <strong>de</strong>cidido a no casarme jamás, aunque <strong>el</strong> cáliz <strong>de</strong> la muerte hubiera <strong>de</strong><br />

apurar. Y he <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirte con franqueza que eres hombre <strong>de</strong> muchos años y <strong>de</strong> juicio escaso,<br />

pues ya antes <strong>de</strong> ahora me pediste dos veces que accediese a tomar esposa y ambas te<br />

respondí lo mismo que hoy te acabo <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir. ¡Así que, por lo visto, chocheas y no vales ni<br />

para gobernar una piara <strong>de</strong> ovejas!” Así diciendo, Kamaru-s-Semán <strong>de</strong>scruzó <strong>las</strong> manos <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> su espalda y se levantó <strong>las</strong> mangas hasta arriba <strong>de</strong> los codos ante su padre, porque<br />

estaba furioso y dijo muchas otras palabras a su señor, sin saber lo que <strong>de</strong>cía en la confusión<br />

<strong>de</strong> su espíritu.<br />

El rey se sintió confundido y avergonzado, pues esto sucedió en presencia <strong>de</strong> la<br />

asamblea <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s y <strong>de</strong> los oficiales d<strong>el</strong> reino, en ocasión <strong>de</strong> una gran ceremonia d<strong>el</strong><br />

Estado. Pero <strong>de</strong>spués, la majestad d<strong>el</strong> reinado tomó posesión <strong>de</strong> él, le habló a gritos a su hijo<br />

y lo hizo temblar. Luego llamó a los guardas que estaban a su lado y or<strong>de</strong>nó: “¡Apresadlo!”<br />

Ellos se ad<strong>el</strong>antaron y le echaron mano y atándolo lo trajeron ante su señor, que les or<strong>de</strong>nó<br />

que le sujetaran los codos a la espalda y <strong>de</strong> esta manera lo presentaran ante él. El príncipe<br />

inclinó la cabeza lleno <strong>de</strong> temor y <strong>de</strong> aprensión, con la frente y la cara empapadas <strong>de</strong> sudor;<br />

la vergüenza y la confusión lo atormentaban vivamente. Entonces su padre lo insultó y lo<br />

envileció gritando: “¡Guay <strong>de</strong> ti, ye mi hijo, hijo bastardo y mal educado! ¿Cómo tienes la<br />

insolencia <strong>de</strong> contestarme así, d<strong>el</strong>ante <strong>de</strong> esta asamblea, en presencia <strong>de</strong> mis chamb<strong>el</strong>anes y<br />

mis generales? ¡En verdad careces <strong>de</strong> la educación más <strong>el</strong>emental! ¿Por ventura no<br />

compren<strong>de</strong>s que si lo que acabas <strong>de</strong> hacer, lo hubiera hecho uno <strong>de</strong> mis vasallos, no habría<br />

salido tan bien librado?” El rey or<strong>de</strong>nó a sus soldados que soltaran sus codos y que lo<br />

aprisionaran en una torre <strong>de</strong> los castillos que guarnecían <strong>las</strong> fronteras.<br />

Tomaron al príncipe y lo encerraron en una vieja torre, don<strong>de</strong> había una sala<br />

<strong>de</strong>struida y en <strong>el</strong> medio una fuente <strong>de</strong>rribada; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberla limpiado trajeron un lecho<br />

y lo cubrieron con tapices y colocaron a su cabecera una almohada. Luego trajeron un<br />

mosquitero gran<strong>de</strong> y encendieron [69] cand<strong>el</strong>as, porque aqu<strong>el</strong> lugar estaba oscuro aun<br />

durante <strong>el</strong> día. Finalmente, los soldados hicieron entrar a Kamaru-s-Semán y pusieron un<br />

eunuco en la puerta, y cuando todo estuvo hecho, <strong>el</strong> príncipe se <strong>de</strong>jó caer en <strong>el</strong> sofá con <strong>el</strong><br />

espíritu triste y acongojado, culpándose y arrepintiéndose <strong>de</strong> la injuriosa conducta que había<br />

tenido con su padre.<br />

Mientras tanto, en <strong>el</strong> distante imperio <strong>de</strong> la China, la hija d<strong>el</strong> rey Gayur, señor <strong>de</strong> <strong>las</strong><br />

Is<strong>las</strong>, <strong>de</strong> los Mares y <strong>de</strong> los Siete Palacios, se hallaba en un caso parecido. Cuando se conoció<br />

su b<strong>el</strong>leza y su fama y su nombre se extendieron a los países vecinos, todos los reyes la<br />

pidieron en matrimonio a su padre y él lo había consultado con <strong>el</strong>la, pero a la princesa le<br />

disgustaba hasta la palabra misma <strong>de</strong> matrimonio. “Ye padre mío, no tengo la menor<br />

intención <strong>de</strong> casarme y no me casaré en la vida; porque siendo yo señora y reina, que sobre<br />

<strong>las</strong> gentes impera, no voy a querer un marido que sobre mí man<strong>de</strong> a su albedrío” Y mientras<br />

más pretendientes rechazaba, más crecía <strong>el</strong> interés <strong>de</strong> los solicitantes y toda la realeza <strong>de</strong> <strong>las</strong><br />

is<strong>las</strong> <strong>de</strong> la China mandaba regalos y rarezas a su padre con cartas en que la pedían en<br />

matrimonio. Él insistía una y otra vez, aconsejándola con respecto a sus esponsales, y <strong>el</strong>la<br />

siempre rehusaba. Y él se llenó <strong>de</strong> perplejidad en lo que concernía a su actitud y a los reyes<br />

sus pretendientes. De manera que le dijo: “Está bien. Si realmente estás <strong>de</strong>cidida a no casarte<br />

en tu vida, yo nada en contra he <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir, pero abstente en ad<strong>el</strong>ante <strong>de</strong> entrar y salir.” Acto<br />

seguido la internó en su cámara y encomendó su guarda a diez ancianas y le prohibió ir a los<br />

Siete Palacios. A<strong>de</strong>más, aparentó estar indignado con <strong>el</strong>la y envió cartas a todos los reyes,<br />

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