Leer online el libro de luna nueva - Edward y Bella
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<strong>el</strong>uciente y sus p<strong>el</strong>igrosos ojos negros. Me haría señas y me sonreiría. Le vería<br />
hermoso como un áng<strong>el</strong> con los colmillos cortantes y puntiagudos...<br />
... pero me estaba anticipando a los acontecimientos. Antes tenía que pasar algo<br />
más.<br />
Jacob me soltó la mano y profirió un grito. Se <strong>de</strong>splomó a mis pies temblando y<br />
sufriendo espasmos.<br />
—¡Jacob! —chillé, pero había <strong>de</strong>saparecido...<br />
... y en su lugar había un enorme lobo <strong>de</strong> p<strong>el</strong>aje rojizo e int<strong>el</strong>igentes ojos<br />
oscuros.<br />
El sueño dio un vu<strong>el</strong>co, por supuesto, como <strong>el</strong> <strong>de</strong> un tren que salta sobre la vía.<br />
Aquél no era <strong>el</strong> mismo lobo con <strong>el</strong> que había soñado en mi anterior vida, sino <strong>el</strong><br />
<strong>de</strong> p<strong>el</strong>ambrera rojiza que había tenido a quince centímetros <strong>de</strong> mí en <strong>el</strong> prado hacía<br />
exactamente una semana. Este lobo era gigante, monstruoso, más gran<strong>de</strong> que un oso.<br />
Me miraba fija e intensamente mientras intentaba transmitir una información<br />
vital con sus int<strong>el</strong>igentes ojos, los ojos <strong>de</strong> color castaño oscuro <strong>de</strong> Jacob Black.<br />
Me <strong>de</strong>sperté gritando con toda la fuerza <strong>de</strong> mis pulmones.<br />
Estaba medio convencida <strong>de</strong> que esta vez Charlie iba a venir a echar un vistazo.<br />
No era mi grito habitual. Enterré la cabeza en la almohada e intenté controlar los<br />
alaridos <strong>de</strong> mi ataque <strong>de</strong> histeria. Apreté <strong>el</strong> rostro contra la almohada,<br />
preguntándome si habría alguna forma <strong>de</strong> ocultar la conexión que acababa <strong>de</strong><br />
establecer.<br />
Pero Charlie no acudió y al final logré contener los aullidos que empezaban a<br />
formarse en mi garganta.<br />
Ahora lo recordaba todo, todo, hasta la última palabra que me había dicho<br />
Jacob ese día en la playa, incluso la parte previa a los vampiros, los «fríos». En<br />
especial, esa parte.<br />
—¿Conoces alguna <strong>de</strong> nuestras leyendas ancestrales?—comenzó—. Me refiero a<br />
nuestro origen, <strong>el</strong> <strong>de</strong> los quileutes.<br />
—En realidad, no —admití.<br />
—Bueno, existen muchas leyendas. Se afirma que algunas se remontan al Diluvio.<br />
Supuestamente, los antiguos quileutes amarraron sus canoas a lo alto <strong>de</strong> los árboles más<br />
gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las montañas para sobrevivir, igual que Noé y <strong>el</strong> Arca —me sonrió para<br />
<strong>de</strong>mostrarme <strong>el</strong> poco crédito que daba a esas historias—. Otra leyenda afirma que<br />
<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>mos <strong>de</strong> los lobos, y que éstos siguen siendo nuestros hermanos. La ley <strong>de</strong> la tribu<br />
prohíbe matarlos.<br />
»Y luego están las historias sobre los fríos.<br />
—¿Los fríos? —pregunté sin escon<strong>de</strong>r mi curiosidad.<br />
—Si. Las historias <strong>de</strong> los fríos son tan antiguas como las <strong>de</strong> los lobos, y algunas son<br />
mucho más recientes. De acuerdo con la leyenda, mi propio tatarabu<strong>el</strong>o conoció a algunos <strong>de</strong><br />
<strong>el</strong>los. Fue él quien s<strong>el</strong>ló <strong>el</strong> trato que los mantiene alejados <strong>de</strong> nuestras tierras.<br />
Entornó los ojos.<br />
—¿Tu tatarabu<strong>el</strong>o? —le animé.<br />
—Era <strong>el</strong> jefe <strong>de</strong> la tribu, como mi padre. Ya sabes, los fríos son los enemigos naturales <strong>de</strong><br />
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